La Iglesia de Dios en la profecía

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El libro fue escrito para los siervos de Dios, la Iglesia de Dios. No debe sorprendernos entonces que la iglesia sea el elemento más sobresaliente en los tres primeros capítulos.

¿Para quiénes fue escrito el Apocalipsis? El primer versículo nos lo dice: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Apocalipsis 1:1).

El libro fue escrito para los siervos de Dios, la Iglesia de Dios. No debe sorprendernos entonces que la iglesia sea el elemento más sobresaliente en los tres primeros capítulos. (Al respecto, puede leer el recuadro “¿Qué es la iglesia?”, que se encuentra en la página 18.)

Jesús quiere que su iglesia sea “la luz del mundo” (Mateo 5:14-16) y en el Apocalipsis nos presenta siete congregaciones específicas como siete candeleros simbólicos (Apocalipsis 1:12, 20). Esta imagen nos recuerda el candelabro con los siete brazos del antiguo tabernáculo y, más tarde, del templo de Dios (Éxodo 25:31-37; Zacarías 4:2). Sin embargo, ahora Dios ve a la iglesia como su templo espiritual (Efesios 2:19-22).

Dado que el número siete representa algo completo, estos siete candeleros parecen representar toda la Iglesia de Dios, la luz del mundo. El apóstol Pablo explica que la iglesia es un solo cuerpo (1 Corintios 12:12-13; Efesios 4:4); no obstante, tiene muchas congregaciones y miembros dispersos en todas las naciones. Por lo tanto, esas siete congregaciones específicas de creyentes parecen representar la totalidad de la iglesia.

Es posible que las profecías acerca de la iglesia en Apocalipsis 2 y 3 tengan múltiples significados y aplicaciones. Un estudioso del tema explica lo siguiente: “Ha existido un debate acerca del significado teológico de las siete iglesias. Dado que existían muchas iglesias que estaban localizadas en la misma zona donde estaban estas congregaciones, es obvio que Dios escogió especialmente a siete, y únicamente a siete, y no les envió mensajes a otras iglesias que incluso podían ser más importantes. . .

”En el primer siglo existieron entre 500 y 1.000 poblaciones en la provincia de Asia, algunas de las cuales eran mucho más grandes que las ciudades de Tiatira y Filadelfia; y sin lugar a dudas, en algunas de ellas había iglesias cristianas . . . Es comprensible que el número de iglesias se haya limitado a siete, ya que en las Escrituras siete es el número completo o universal, pero indudablemente también hubo otros principios que tuvieron que haber influido en la elección.

”Primero que todo, cada iglesia necesitaba un mensaje específico, y el estado espiritual de cada iglesia correspondía exactamente a la exhortación que se le dio. La selección de las iglesias estaba definida también por el hecho de que cada iglesia era de alguna forma típica y tenía condiciones comunes a otras congregaciones locales tanto de aquella época como más adelante en la historia. Por tanto, los mensajes a las siete iglesias contienen una advertencia que se les aplica a otras iglesias en muchas formas de necesidad espiritual.

”Junto con los mensajes a las iglesias había exhortaciones de tipo personal, con instrucciones y advertencias a los cristianos individuales. Cada uno de los mensajes termina con una exhortación que comienza con la frase: ‘El que tiene oído, oiga’.

”Muchos eruditos creen que además de las implicaciones obvias de estos mensajes, las siete iglesias representan la historia del desarrollo de la iglesia desde el punto de vista espiritual. Creen que la iglesia de Éfeso parece ser característica del período apostólico en general y que la progresión hacia el clímax de maldad en Laodicea parece indicar el estado final de apostasía en la iglesia . . . El orden de los mensajes a las iglesias parece haber sido seleccionado divinamente con el fin de describir en forma profética el curso de la historia de la iglesia” (John Walvoord, The Revelation of Jesus Christ [“La revelación de Jesucristo”], 1989, pp. 51-52).

Por supuesto, el mensaje principal que Cristo revela tiene que ver con las fortalezas y debilidades más sobresalientes de la iglesia, tanto en la época de Juan como en todos los tiempos. Claramente le dice a cada congregación: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7). Revela lo que parece ser el cuadro completo del futuro de su iglesia. En medio de los siete candeleros —que simbolizan la iglesia a todo lo largo de la historia hasta el fin de los tiempos— Jesucristo aparece en toda su gloria como su Cabeza y Sumo Sacerdote (Apocalipsis 1:13; Efesios 4:15; Hebreos 8:1-2).

Ante la intensa persecución de la iglesia en aquella época, Jesús les asegura a sus fieles siervos que su sufrimiento no es en vano. Él también había sufrido persecución y muerte, así que les recuerda: “. . .estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades [el sepulcro]” (Apocalipsis 1:18).

Después, a la iglesia de Esmirna le exhorta: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).

En ese tiempo los verdaderos seguidores de Cristo eran un cuerpo perseguido y desanimado. Tenían el fuerte anhelo de que Jesús regresara pronto en todo su poder y gloria para juzgar a sus adversarios y establecer el Reino de Dios. Necesitaban desesperadamente ánimo y deseaban un mejor entendimiento de lo que el futuro les deparaba.

También necesitaban recuperar la perspectiva espiritual correcta, y Jesús les ayudó a hacer precisamente eso por medio de este libro. En un tiempo de extrema adversidad, directamente fomentada por Satanás, Cristo le reveló a Juan lo que el futuro les deparaba a sus fieles seguidores y lo que él esperaba de ellos.

Las obras y la fidelidad son evaluadas

Cada congregación tiene sus características particulares. Pero en estas siete iglesias había virtudes y defectos que son comunes a los cristianos de todas las épocas y que deben ser emuladas o evitados, según el caso. En estos mensajes es claro que a algunas congregaciones y a algunos cristianos les estaban afectando serios problemas espirituales, y algunos incluso estaban permitiendo que Satanás los desviara del llamamiento que habían recibido de Dios. Es evidente que Cristo hace una distinción entre las obras de aquellos que eran espiritualmente aceptables para él y las obras de aquellos que estaban coqueteando con “las profundidades de Satanás” (Apocalipsis 2:24).

Comenzando con la congregación de la ciudad de Éfeso, le dice: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia. . .” (v. 2). En los versículos siguientes Jesús hace una evaluación de las obras y la fidelidad de cada congregación. Elogia a los cristianos por sus fortalezas, pero también hay expresiones tales como: “Pero tengo contra ti. . .” (vv. 4, 14, 20). Alterna sus alabanzas con palabras de advertencia.

Jesús elogia muy especialmente a la congregación de Éfeso diciendo: “Has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” (v. 3). Luego dice: “Todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras” (v. 23). Para él son muy importantes todos aquellos que no pueden “soportar a los malos” y han “probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son” (v. 2).

Veamos las promesas que Cristo hace al que le sea fiel: (1) “Le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”. (2) “No sufrirá daño de la segunda muerte”. (3) Recibirá “un nombre nuevo”. (4) “Le daré autoridad sobre las naciones”. (5) “Será vestido de vestiduras blancas”. (6) “Lo haré columna en el templo de mi Dios”. (7) “Le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 2:7, Apocalipsis 2:11, Apocalipsis 2:17, Apocalipsis 2:26; Apocalipsis 3:5, Apocalipsis 3:12, Apocalipsis 3:21).

Estas promesas, junto con las demás aseveraciones que encontramos en el Apocalipsis, debieron haber fortalecido y animado tremendamente a los cristianos de aquella época.

El historiador Will Durant escribió: “La influencia del Apocalipsis fue inmediata, profunda e imperecedera. Sus profecías de salvación para los creyentes fieles, y el castigo de sus enemigos, se convirtieron en el baluarte de la iglesia perseguida. Su [promesa] del milenio les dio un respiro a aquellos que se lamentaban porque la segunda venida de Cristo se estaba demorando. Sus vívidas imágenes y sus frases brillantes entraron a formar parte tanto del lenguaje literario como del lenguaje popular del cristianismo” (The Story of Civilization: Part III, Caesar and Christ [“Historia de la civilización: Parte III, César y Cristo”], 1972, p. 594).

La iglesia lucha contra Satanás

En la evaluación que Cristo hace de su iglesia, hay un aspecto siniestro. Es el que se refiere a la gran influencia que ejerce Satanás, quien no escatima esfuerzos tratando de lograr que los cristianos vuelvan a la sociedad idolátrica y pecadora de la que se han escapado. A “la iglesia en Pérgamo” le dice: “Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás” (Apocalipsis 2:12-13). También revela que algunos en Tiatira se habían desviado en “las profundidades de Satanás” (v. 24).

Los falsos maestros representaban otra complicación. A la congregación de Tiatira se le censura por permitir que “esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (v. 20). La congregación de Éfeso también se ha visto asediada por aquellos “que se dicen ser apóstoles, y no lo son”, sino que son “mentirosos” (v. 2).

La iglesia de Esmirna tiene problemas con “los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás” (v. 9). En Pérgamo están aquellos que “retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación”. Además, Cristo agrega: “También tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (vv. 14-15).

A la mayor parte del grupo en Sardis, Cristo le dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Apocalipsis 3:1). También le dice: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (v. 4). La mayoría de los cristianos en esta congregación están espiritualmente muertos.

Los de Filadelfia tienen “poca fuerza”, pero permanecen fieles (v. 8). El grupo de Laodicea es descrito como “tibio, y no frío ni caliente” (v. 16). Cristo le dice a Laodicea: “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (v. 17).

Todas estas alusiones y advertencias nos hacen ver que tanto por fuerzas externas como por factores internos de la misma iglesia, se había ido desarrollando una forma corrupta de cristianismo debido a la influencia del diablo y de algunos que él había logrado engañar.

Algunos años antes, el apóstol Pedro había advertido acerca de este peligro: “Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado” (2 Pedro 2:1-2).

Satanás controla y manipula la religión apóstata que comenzó a suplantar el cristianismo desde los días de los apóstoles. Los mensajes a las siete congregaciones del Asia Menor parecen implicar que, en los últimos días, el falso cristianismo está destinado a ser uno de los principales instrumentos de engaño de Satanás.

Un falso cristianismo

La idea de una religión apóstata disfrazada de cristianismo tal vez pueda sorprender a muchos, pero Jesús mismo les dijo a sus discípulos que esto iba a suceder. Cuando ellos le preguntaron: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”, él les respondió diciendo que vendrían muchos engañadores en su nombre. Les advirtió: “Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:3-5).

Está profecía de Jesús se ha cumplido y seguirá cumpliéndose en dos formas. Primero, habrá dirigentes religiosos que vendrán afirmando que son el Cristo, el Mesías profetizado, y tendrán seguidores. Segundo, y esta forma es más común, están aquellos que vienen en el nombre de Cristo, proclamándose a sí mismos sus representantes espirituales, pero con enseñanzas absolutamente contrarias a lo que él enseñó. Por lo tanto, las personas que los sigan serán desviadas.

Según Cristo, ¿cuáles serán las consecuencias de este engaño? “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos” (vv. 9-11).

Está profetizado que los cristianos fieles definitivamente serán una minoría, y que en el tiempo del fin serán intensamente perseguidos por una religión falsa, muchísimo más grande y poderosa, que afirmará adorar a Cristo.

A lo largo del Apocalipsis esta falsa religión, que se hace pasar por la verdadera, se presenta como algo sumamente poderoso que va a tener gran influencia en el tiempo del fin. El poder casi increíble que va a demostrar el gran “falso profeta” del Apocalipsis, será una de las señales más evidentes de que el fin del siglo es inminente.

Jesús explicó que en el tiempo del fin “habrá . . . gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá . . . Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:21, 23-24).

Cristo les reveló a sus siervos que aun durante la vida del apóstol Juan, Satanás estaba introduciendo un falso cristianismo. En ese tiempo ya estaba reclutando seguidores dentro de la misma iglesia que Jesús había fundado. (Usted puede enterarse de las dos formas diferentes de cristianismo, una fiel a Cristo y la otra engañada por Satanás, leyendo nuestro folleto La iglesia que edificó Jesucristo.)

Las profecías de Jesús y sus apóstoles acerca del surgimiento de un cristianismo falso, se cumplieron tal como fueron anunciadas. Esta falsificación todavía ocupa un lugar predominante entre las religiones del mundo, pero lo que vemos ahora nunca podrá compararse con el poder que va a alcanzar en los años venideros.

Veamos ahora por qué debemos confiar en las otras profecías que están consignadas en el Apocalipsis.

 

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