¿Cómo encontrar balance entre el servicio a la Iglesia y mi salud espiritual y emocional?

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En nuestra relación con Dios, es importante estar en forma para después ayudar a los miembros de la Iglesia.

Probablemente hemos escuchado la corta sesión informativa de una azafata sobre las normas de seguridad a bordo de un avión, incluyendo las recomendaciones sobre el uso de las mascarillas para aplicar oxígeno a otros, incluyendo a los niños.  ¿Por qué es importante? Porque si nos falta oxígeno a una gran altitud, no podremos estar en capacidad de ayudar a otros. Así que, primero, debemos colocarnos nuestra mascarilla antes de ayudar a otros.

Esta lección sirve como una metáfora cuanto ponderamos el servicio a otros en la Iglesia y nuestra propia salud emocional- espiritual. Para poder ayudar a otros apropiadamente, primero debemos analizar nuestra propia relación con Dios. 

Una perfecta afirmación de esto es la respuesta que Jesucristo dio cuando le preguntaron: “Maestro, cual es el mayor mandamiento de la ley? (Mateo 22:36). El respondió: “Este es el primero y grande mandamiento: amarás al señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” Luego dijo: “Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’” (Mateo 22:39).

Entonces, la primera y más importante responsabilidad de un cristiano es mantener una estrecha relación con Dios. Esto se logra por medio de la oración, el estudio bíblico, la meditación, el ayuno y la aplicación de los mandamientos de Dios a todos los aspectos de nuestra propia vida. Así como las máscaras de oxígeno en esta metáfora, primero debemos asegurarnos de estar en buena forma espiritual para después ayudar a los demás.

Nuestras necesidades físicas y emocionales son importantes y debemos atenderlas, antes de ayudar a otros. Note la instrucción del apóstol Pablo: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4). De ninguna manera minimiza nuestras necesidades personales, las cuales son tan importantes como las necesidades de los demás. Esto sigue el segundo mandamiento que nos exhorta a “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos” (Mateo 22:39).

Nuestra mayor responsabilidad como cristianos es amar a Dios. Jesucristo nos dejó ejemplo manteniendo una íntima relación con su Padre, como su prioridad. Él dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). De la misma manera, nuestra primera responsabilidad, como cristianos, es amar a Dios sobre todas las cosas. Después de esto, podemos alinear nuestras necesidades y prioridades personales para amar y servir a otros.

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

 

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