Preguntas Bíblicas

¿Es Jesucristo el único Dios?

¿El Padre y el Hijo son el mismo ser?

 

Transcript

Creemos que la Biblia es la palabra inspirada de Dios, por lo que se nos indica en 2nd Timoteo 3:16, y, a través de ésta, llegamos a conocer a Dios.

La Biblia revela que Dios es el “Padre” y que Jesucristo es su Hijo. Por el evangelio de Juan reconocemos que Jesucristo y el Padre uno son (vea Juan 17:22) y, además, el evangelio de Juan declara que Jesucristo es el Verbo.

Juan 1:1-3 nos dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho".

La Biblia destaca la unidad que existe entre el Padre y el Hijo, no obstante, en no pocos pasajes se distingue claramente entre Jesucristo y el Padre, por ejemplo, en Juan 20:17 y en Romanos 15:6.

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Creemos que la Biblia es la palabra inspirada de Dios, por lo que se nos indica en 2nd Timoteo 3:16, y, a través de ésta, llegamos a conocer a Dios.

La Biblia revela que Dios es el “Padre” y que Jesucristo es su Hijo. Por el evangelio de Juan reconocemos que Jesucristo y el Padre uno son (vea Juan 17:22) y, además, el evangelio de Juan declara que Jesucristo es el Verbo.

Juan 1:1-3 nos dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho".

La Biblia destaca la unidad que existe entre el Padre y el Hijo, no obstante, en no pocos pasajes se distingue claramente entre Jesucristo y el Padre, por ejemplo, en Juan 20:17 y en Romanos 15:6.


Iglesia de Dios Unida

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

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¿Quién es Dios?

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¿Es Dios uno? ¿Es una trinidad? ¿Quién fue Jesús de Nazaret? ¿Fue un simple hombre, o mucho mas? ¿Cuál era el significado de su muerte y resurrección? En este folleto aprenderá más acerca de la naturaleza de Dios, de Jesucristo y nuestro futuro destino con ellos como se revela en la Biblia.

Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo

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Course Content

Creemos en un Dios, el Padre, quien existe eternamente, quien es un Espíritu, un Ser personal de suprema inteligencia, conocimiento, amor, justicia, poder y autoridad. Él, por medio de Jesucristo, es el Creador de los cielos y la tierra y de todo lo que hay en ellos. Él es la fuente de vida y aquel para quien existe la vida humana. Creemos en un Señor, Jesucristo de Nazaret, quien es el Verbo y ha existido eternamente. Creemos que él es el Mesías, el Cristo, el Hijo divino del Dios viviente, concebido del Espíritu Santo, como el Espíritu de Dios y de Cristo Jesús. El Espíritu Santo es el poder de Dios y el Espíritu de vida eterna (2 Timoteo 1:7; Efesios 4:6; 1 Corintios 8:6; Juan 1:1-4; Colosenses 1:16).

Creemos que Dios es el Soberano del universo, que existe por sobre todas las cosas. Dios es Espíritu (Juan 4:24) y vive en una dimensión diferente de la de los seres humanos, que son de carne y hueso. Por lo tanto, nuestro entendimiento y percepción de Dios están basados en la revelación que Dios nos ha hecho por medio de su Palabra escrita, la Biblia.

La Biblia nos revela que Dios es el “Padre” y Jesucristo es su “Hijo”. Esta diferencia está implícita desde el comienzo de la revelación de Dios (Génesis 1:1), con el uso de la palabra hebrea Elohim (que es la forma plural de la voz hebrea Eloah, que significa “Dios”). Como podemos ver en Génesis 1:26, el uso del pronombre nuestra en relación con la palabra Elohim nos indica que siempre ha existido comunicación entre estos dos seres.

El Antiguo Testamento enfoca en el Dios de Israel, quien se identifica a sí mismo como “Yo soy” y “Jehová, el Dios... de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob” (Éxodo 3:14-15; el nombre Jehová se deriva del vocablo hebreo YHVH). En Juan 8:58 Jesucristo se identifica a sí mismo como “yo soy”. El Dios que más tarde se conoció en el Nuevo Testamento como Jesucristo es el mismo Dios que liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los acompañó en su peregrinación por el desierto (1 Corintios 10:4). Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo encontramos referencias a una Divinidad compuesta por más de un ser (por ejemplo, Salmos 110:1, que se cita en Hechos 2:29-36). El Nuevo Testamento nos dice que estos seres son Dios el Padre y Jesucristo el Hijo (1 Corintios 8:6). El Hijo también es llamado Dios (Hebreos 1:8-9).

Jesucristo es llamado el “Verbo”, quien “era en el principio con Dios” y de quien se afirma que también “era Dios” (Juan 1:1-2). Él creó todas las cosas (vv.3, 10) y más tarde se hizo hombre y habitó entre los seres humanos (Juan 1:14). También es llamado “el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Los seres humanos tienen el increíble potencial y la gran oportunidad de llegar a formar parte de la familia de Dios (Romanos 8:14, Romanos 8:19; Juan 1:12; 1 Juan 3:1-2).

La relación entre el Verbo y el Padre está más claramente definida en el Nuevo Testamento, cuando “el Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14; Filipenses 2:5-11), reveló al Padre a sus discípulos (Mateo 11:25-27), fue sacrificado para el perdón de nuestros pecados y ha sido exaltado nuevamente por el Padre (Juan 17:5).

El Nuevo Testamento destaca la unidad que existe entre el “Padre” y el “Hijo”; no obstante, en numerosos pasajes distingue claramente entre los dos (por ejemplo, en Juan 20:17; Romanos 15:6). En Hebreos podemos ver que Dios hizo el universo por medio de Jesucristo (Hebreos 1:1-3). La relación que existe entre el Padre y el Hijo demuestra claramente el camino y el sistema de vida de Dios. El Padre siempre ha amado al Hijo, y el Hijo siempre ha amado al Padre (Juan 17:4, Juan 17:20-26). La armonía entre el Padre y el Hijo es una perfecta unidad de mente y propósito. Esta misma armonía es la que Jesucristo le pidió a su Padre que creara entre sus discípulos, él mismo y el Padre (vv.20-23).

Cuando en la Biblia aparece la palabra Dios, puede referirse al Padre (por ejemplo, Hechos 13:33 y Gálatas 4:6), a Jesucristo el Hijo (Isaías 9:6; Juan 1:1, Juan 1:14) o a ambos (Romanos 8:9), según el contexto de los versículos. El poder y la mente que provienen de Dios son llamados el Espíritu de Dios o el Espíritu Santo (Isaías 11:2; Lucas 1:35; Hechos 1:8; Hechos 10:38; 2 Corintios 1:22; 2 Timoteo 1:7). El Espíritu Santo de Dios no es identificado como la tercera persona de una trinidad, sino que aparece frecuentemente descrito como el poder de Dios. El Espíritu Santo le es dado al hombre después del arrepentimiento y el bautismo (Hechos 2:38) como las arras de la vida eterna (2 Corintios 1:22; Efesios 1:13-14).

Dios desea que lo conozcamos para que aprendamos a confiar en él y a amarlo. Podemos aprender mucho acerca de él por medio de los nombres que ha revelado a los seres humanos con los cuales ha trabajado a lo largo de las edades. Estos nombres nos revelan que Dios tiene suprema inteligencia, poder, gloria y sabiduría; que en él se resume toda la justicia, perfección y verdad; que posee los cielos y la tierra; y que es inmortal y digno de todo honor y gloria. Dios es nuestro proveedor, sanador, escudo, defensa, consejero, maestro, legislador, juez, fortaleza y salvación. Él es fiel, misericordioso, generoso, paciente, tierno, justo y compasivo. Dios escucha nuestras oraciones, hace un pacto con nosotros, es nuestro refugio en tiempos de dificultad, nos da conocimiento y quiere darnos la inmortalidad para que podamos compartir la vida eterna con él.

(Si desea profundizar en este tema, no vacile en solicitar el folleto gratuito El supremo interrogante: ¿Existe Dios?)

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

 

Given In

México D.F., Mexico
Abidjan, Ivory Coast

La relación que nos une

Las doctrinas trinitarias cierran la relación de la familia divina, impidiendo que formemos parte de ella. No obstante, la Biblia nos habla de otro tipo de relación... y no de una trinidad. Mensaje entregado el 30 de abril de 2022.

Transcript

Introducción

Como cantaba Rubén Blades, vivimos en un mundo con gente de plástico. La chica de plástico, el chico de plástico, la pareja de plástico. Esta metáfora la utiliza como un llamado de atención para no enfocarnos en las "cosas" que tiene el mundo, que son pasajeras y no tienen más valor que la propia utilidad para lo cual fueron hechas.

Rubén Blades nos habla de que vivimos en un mundo consumista y desechable, que se enfoca en las cosas que tenemos. Un reloj, unos zapatos, un auto, una casa. Estas cosas son las realmente importantes.

Pero ¿Quién valora una bella amistad? ¿Un matrimonio que se basa en la confianza? ¿Una conversación íntima entre un padre y un hijo?

Las relaciones son importantes, y mucho más importantes que las cosas que podemos comprar.

De hecho, Dios nos muestra una hermosa relación que tiene con su Hijo. Y esta relación nos ayuda a entender la naturaleza de estos dos seres eternos, así como el plan que han dispuesto.

Pero ¿Cómo es la relación entre ellos? y ¿Cómo se relacionan con nosotros?

Objetivo

Vamos a responder estas preguntas primero y luego hablaremos de la dimensión espiritual que nos une.

Título: La relación que nos une

Desarrollo

Relación entre Dios y el Hijo

Hemos mencionado varias veces que una de las misiones de Cristo era dar a conocer al Padre. En las Escrituras hebreas (A.T.) se manifiesta principalmente un solo ser: Yo soy el que soy. Pero muy pocas veces leemos algo como lo que nos dice el rey David en Salmos 110:1: "El Eterno dijo a mi Señor, Siéntate a mi diestra hasta que ponga ponga a tus enemigos por estrado de tus pies", algo que incluso cita Pedro en Hechos 2:34-35. Claro, para este entonces ya había una idea más clara de estos dos seres, porque Cristo se lo explicó a sus discípulos.

Juan 14:7

(v7) Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Juan 14:10-12

(v10) ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. (v11) Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. (v12) De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

Para los apóstoles fue una revelación muy grande considerar que Jesús era Dios, que era el Hijo de Dios, y que su Padre es también nuestro Padre. De la misma impactante manera, vemos que que Jesús también nos habla de LA RELACIÓN QUE HAY ENTRE ELLOS.

"Yo soy en el Padre y el Padre en mí" ¿No es sino acaso esta frase una clara manifestación de la cercanía e intimidad que hay entre estos dos seres? Recuerden que no sólo es identificar a Dios el Padre y a Dios el Hijo, sino que también, estamos viendo cómo se relacionan ellos. Esto es clave para comprender el gran potencial humano que todos tenemos.

Tenemos que leer Juan 1 para seguir encausando este tema.

Juan 1:1-3

(v1) En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (v2) Este era en el principio con Dios. (v3) Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Hay muchas cosas que podemos hablar al respecto de estos versículos. Pero estamos viendo aquí que hay indiscutiblemente una relación entre el Verbo y Dios, dos seres, no más. Recordemos que esta palabra "era" es un indicativo de estarse mirando el uno al otro.

Esta relación tan estrecha e íntima ha existido desde antes que existiera el tiempo y la materia. Veamos algo más sobre el Verbo.

Juan 1:14

(v14) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

El Verbo no fue un ser creado, sino que "fue hecho carne", y desde entonces es revelado como el "Hijo de Dios", porque fue engendrado por el poder del Espíritu Santo de Dios en María.

En ocasiones reflexionamos en este proceso en relación a la humildad y la obediencia de Cristo, pero también debemos considerar que es un claro indicativo respecto a la relación estrecha entre el Padre y el Hijo (Verbo) en cuando la confianza.

Filipenses 2:6-8

(v6) el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, (v7) sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (v8) y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Aunque no nos acordamos, todos vivimos la fragilidad en el inicio de la vida dentro del vientre de nuestras madres, y fuera de él. Cristo voluntariamente nació como un bebé, frágil y delicado, expuesto a morir (quiso matarlo Herodes). El Verbo, al cambiar de forma, no dejó de ser Dios (Juan 1:1), sino que se despojó de la GLORIA que tenía con el Padre. Esto implica una confianza absoluta y plena en su Padre. Cristo sabía que volvería a recibirla una vez que cumpliera su misión.

Juan 17:5

(v5) Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

La palabra aquí de kosmos no se limita a la Tierra, sino a TODO LO CREADO, todo el Universo... Volvemos a ver esta estrecha relación que vimos en Juan 1:1 entre ahora Jesús y el Padre.

Otro rápido ejemplo de esta estrecha relación de confianza absoluta son aquellos duros minutos de Jesucristo antes de morir. "Padre, EN TUS MANOS encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46).

Cristo murió, y estuvo muerto por tres días y tres noches. Pero fue resucitado, tal como el plan perfecto se había contemplado. Fue presentado al Padre (como la gavilla mecida) y volvió a tener la gloria que tenía con el Padre antes de la fundación del mundo. Ellos tienen una relación maravillosa basada en la confianza mutua.

Relación entre el Hijo y nosotros

Hebreos 2:11-18

(v11) Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, (v12) diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré. (v13) Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. (v14) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, (v15) y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. (v16) Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. (v17) Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. (v18) Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

En Juan 1:14 leímos que el Verbo (Dios) que se hizo carne, habitó entre nosotros. El Creador vino a vivir en el mundo creado por él, y vino a compartir con los seres que él creó.

Y su misión para con nosotros era lograr la victoria de la muerte, nuestro enemigo. Y lo logró muriendo por nosotros. Nos consideró como sus "hermanos", y también como sus amigos. Noten aquí en Juan.

Juan 15:13-15

(v13) Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (v14) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (v15) Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.

Cristo estuvo con ellos de manera muy estrecha. Les dio a conocer los misterios divinos, les enseñó día y noche principios olvidados. Viajó, durmió, comió con ellos. Fue muy amoroso, tanto que murió por ellos y por todos nosotros. Jesús Dio su vida por sus amigos. Estableció una relación muy bonita con nosotros.

Nuestra relación con el Padre por medio del Hijo

Juan 17:20-23

(v20) Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, (v21) para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. (v22) La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. (v23) Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

Estos versos nos muestran que el objetivo de la presencia de Cristo sobre la tierra fue y es que seamos:

  • Unidos entre nosotros por la gloria del Hijo manifestada en la Tierra
  • Unidos en Cristo, para ser uno
  • Unidos en ellos -Dios y el Hijo- para que seamos todos UNO.

La hermosa relación entre el Verbo y Dios, que ha existido siempre, NO ES CERRADA. El plan de Dios fue ABRIR ESTA RELACIÓN por medio de la venida del Verbo hecho carne sobre la tierra, para así ser parte de ellos.

Lo que nos une

Hubo un hombre que se interesó en la obra milagrosa que estaba empezando a hacer Jesucristo en la tierra de Galilea en los comienzos de su ministerio. Aparentemente lo tenía muy desconcertado, y a pesar de que su comunidad lo veía como una competencia y como enemigo, Nicodemo quiso tener una conversación privada y en secreto con el Hijo de Dios.

Nicodemo no era cualquier hombre, sino uno importante dentro de la comunidad judía. Su formación estructurada y basada en la Ley de Dios y en las tradiciones rabínicas no permitió entender esto de "nacer de nuevo" que le dijo Jesús. Por eso vemos que le pregunta al Maestro: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?" Amorosamente Cristo le responde con una analogía muy interesante. Vamos ahí.

Juan 3:8

(v8) El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

Jesucristo se está refiriendo a que hay algo más allá de nuestras narices que vemos y palpamos, algo más allá que, aunque es real y se percibe, no es tan fácil explicarlo. Es en esta dimensión donde se encuentra la respuesta a la interrogante de Nicodemo. ¿Cómo es posible nacer otra vez? Jesús no habla de la carne, sino del Espíritu. Como lo menciona el verso 3, esta es la única manera para llegar a ver el reino de Dios.

Dice Juan 4:24 que "Dios es Espíritu", y que debemos adorarlo en espíritu y verdad. Este es el canal para encontrarlo y establecer una relación con él.

Hebreos 11:6

(v6) Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

La fe, en su definición bíblica de Hebreos 11, es congruente con esta dimensión espiritual por la cual podemos llegar a conocer a Dios. Porque la fe no se ve con los ojos, no se toca, no se ve, no se huele ni se gusta. La fe es la confianza en aquello que creemos, que es tan real, que es como si estuviera aquí, pero no lo percibimos por los cinco sentidos.

Dios y el Hijo, el Hijo y nosotros, nosotros y ellos... esta relación estrecha que ellos tienen y que quieren que nosotros tengamos entre nosotros y también con ellos, está basada en la confianza, en nuestra creencia en que ellos son reales. Son una familia que planeó incorporar más individuos, y desean compartir todo con todos. ¿Creemos todo esto? Es el punto de inicio para acercarnos a tener una relación con Dios. Hay que buscarlo en espíritu y en verdad, en fe.

Habíamos dicho que el mundo no valora las relaciones, sino las "cosas". Hasta aquí hemos hablado de la relación de los seres divinos y de la relación entre nosotros y de nosotros con ellos.

Siendo carne y sangre, no podemos unirnos a Dios para estar en su reino, como es su plan. Pero lo que si podemos hacer, es que en el proceso, adquiramos un sello distintivo. Algo que nos ayude a estar conectados en la frecuencia espiritual, y no en la terrenal.

2 Corintios 1:21-22

(v21) Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, (v22) el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Arras, o "arrabon", que significa aquel depósito de dinero que se entregaba por adelantado para cerrar un trato. Pablo utiliza esta palabra para explicar que Dios es el comprador, y nos da una parte pequeña del don celestial (Espíritu Santo), en señal del total que se entregará después. Es como una reserva, como un apartado.

1 Tesalonicenses 5:19 dice: "No apaguéis al Espíritu", y Pablo le aconseja a Timoteo en 2 Tim 1:6-7 que "*avivara el fuego del don de Dios que tenía por la imposición de manos, Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio".

Lo que nos une con Jesús y el Padre es el elemento espiritual, no el terrenal. Y aunque lo terrenal es primero, es transitorio.

El poder de amor y de dominio propio es el Espíritu Santo que es depositado en nuestro cuerpo por imposición de manos después de habernos limpiado de todos nuestros pecados en el bautismo, y de haber muerto juntamente con Cristo. A partir de ese momento es Cristo quien empieza a vivir en nosotros, porque la esencia de Dios está en nosotros.

Aquí vemos esto de la relación que Dios tiene y que quiere tener con nosotros por medio de Cristo inicialmente, y luego con el Padre por medio del Hijo.

Como lo presenta Pablo, siempre y cuando este don celestial continúe en nosotros y vaya creciendo, entonces Dios finalmente podrá hacer la entrega total cuando venga Jesucristo.

Hace como un mes me marcó una persona de Querétaro que nos había encontrado en el Internet y que estaba deseoso de reunirse. Entendió lo del sábado y buscó una iglesia que se reuniera el sábado. Conversamos unos minutos y le finalmente le dije que no había problema, y que lo esperábamos con mucho gusto.

Pero al rato me volvió a marcar. Me dijo que había estado leyendo algo de lo que enseñamos y encontró que no somos trinitarios. Me dijo él que Dios le había revelado en su corazón su naturaleza trinitaria, y no podía concebir que no lo enseñáramos. Fue la última vez que supe de él.

La doctrina de la trinidad es un gran bloque dogmático que está inserto en la gran mayoría de las comunidades pseudo cristianas.

Lo que hemos estado viendo hasta ahora, no han sido definiciones ni reflexiones de un concepto nuevo rotulándolo con un nombre llamativo. No hemos visto las "cosas" que podríamos extraer de la Biblia o incluso lo que los "supuestos padres de la iglesia" dijeron en el siglo 3 y 4, donde está realmente el origen de la doctrina de la trinidad.

¿Qué hemos estado viendo? La RELACIÓN entre Dios y el Hijo, y el cómo estamos siendo nosotros invitados para ser parte de relacionarnos con ellos.

En esta relación eterna de amor e intimidad que han tenido el Verbo y Dios (Juan 1:1), ¿vemos a alguien más? La respuesta es negativa por supuesto.

No obstante, vemos que esta relación se ha abierto (ha sido parte del plan) para que usted y yo entremos.

Pero la doctrina de la trinidad, en sus bases, indica que este círculo trino ES HERMÉTICO. Desde el año 381 d.C. (varios siglos después de morir el último apóstol) en el Concilio de Constantinopla se "llegó al siguiente acuerdo:" Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas.

Incluso en el tratado de Nicea en el 325 todavía no se concebía esta idea de ahora adorar al "Señor dador de vida (Espíritu Santo)".

Esta adoración NO es Bíblica. Su origen no está en ella sino en las interpretaciones posteriores de personas de renombre. Vamos a estar viendo un poco más de esto en el estudio.

Volvemos a decir que hemos visto la RELACIÓN íntima y estrecha entre los seres divinos, que son sólo dos, que proyectan una unidad, y que nos están invitando a formar parte.

¿En qué sección de la Biblia leemos acerca de una RELACIÓN ÍNTIMA entre el Espíritu Santo y el Padre, o entre el Espíritu Santo y el Hijo?

Al inicio de las cartas de Pablo JAMÁS menciona al Espíritu Santo: "Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo". Esto lo vemos en Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, Tesalonicenses, Timoteo, Tito, Filemón...

Estas cartas iban dirigidas a los gentiles convertidos, quienes tenían una cultura politeísta. Pero no vemos que Pablo les haya introducido una tercera persona llamada Espíritu Santo que es IGUAL que Dios el Padre, y es IGUAL que Dios el Hijo.

2 Corintios 13:14

(v14) La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.

Podría alguien disponer este verso como una "prueba trinitaria". Y es el patrón que se repite de quienes defienden la trinidad. Es decir, un juego de palabras (traducidas al español) que REVELAN una verdad teológica en cuanto a la naturaleza de Dios. ¿Se habrá tomado Pablo el último versículo de esta 2da carta a los corintos para hacer esta revelación trinitaria?

No nos preocupemos tanto por los enredos hermenéuticos sacados de contexto. Mejor, leamos la Palabra de Dios, la que se interpreta a sí misma:

1 Juan 1:3

(v3) lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.

¿Tendría sentido pensar que el Espíritu Santo es una persona, cuando hemos visto que las relaciones son muy importantes y sólo están descritas y desarrolladas entre Dios el Padre, Dios el Hijo, y nosotros?

Conclusión

Quienes creen en la trinidad dicen lo siguiente:

Lo más difícil del concepto cristiano de la Trinidad es que no hay manera de explicarlo de forma apropiada. Para cualquier ser humano, la Trinidad es un concepto imposible de entender por completo; de hecho, sería imposible explicarlo. Dios es infinitamente más grande que nosotros; por lo tanto, no deberíamos esperar estar en capacidad de entenderlo por completo.

Ni la doctrina es fácil de explicar, ni tampoco los siguientes puntos considerando un dios trino: 1) El origen de Jesucristo (Verbo) 2) La encarnación del Verbo y la resurrección de Jesús 3) La gloria que se despojó JC para ser hombre 4) La ausencia absoluta de la supuesta 3era persona en Apocalipsis 5) Entre otras cosas...

Dicen que no creer en la trinidad es un peligro, porque no se puede alcanzar la salvación sin esto. Pero lo cierto es que esta doctrina BLOQUEA el entendimiento y no permite ver la hermosa relación de Dios con el Hijo, y la relación de nosotros con ellos que nos enseñan.

La trinidad es una inteligente mezcla de medias verdades condimentada con mentiras y gnosticismo (porque no se puede explicar).

Preguntas:

1) ¿Tanto tiempo estoy con vosotros Felipe y no conoces al Padre? 2) ¿Cómo puede el hombre viejo nacer de nuevo?

¿Cómo responderíamos estas preguntas?

1) Cristo vino a dar a conocer al Padre, y a enseñarnos esa RELACIÓN de amor que tienen ellos para que podamos tener su ejemplo. 2) Cristo vino a darnos poder de amor y de dominio propio, para estar conectados espiritualmente con Dios por medio de Cristo por el poder del Espíritu Santo de Dios que mora en nosotros.

 

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El desafío de Dios a la Trinidad

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La creencia en la Trinidad es el sello distintivo del cristianismo tradicional. Es una creencia tan arraigada en tantas iglesias, que negarla, en su opinión, equivale a no ser cristiano. ¿Entiende usted verdaderamente lo que la Biblia dice al respecto?

La creencia de que Dios es una trinidad de tres personas en un solo ser es el sello distintivo del cristianismo tradicional. Pero, ¿ha examinado usted verdaderamente esta declaración? Tal vez le sorprenda saber que la doctrina del trinitarismo, o la creencia de que Dios existe como ser eterno en la forma del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no se encuentra en la Biblia — de hecho, ¡esta doctrina es uno de los mayores engaños de Satanás!

¿Por qué hago una declaración tan impactante? Dicho simplemente, porque el trinitarismo clásico empaña el propósito de la existencia humana, de la creación de los seres humanos y de lo que estos llegarán a ser en el Reino de Dios.

El primer requisito de la fe es creer que Dios existe: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). En otras palabras, ¡una persona debe creer que Dios existe y que siempre quiere lo mejor para nosotros!

Desde luego, hay escépticos que no creen en la existencia de Dios, pero la mayoría de la gente en el mundo occidental profesa algún tipo de creencia en el Dios de la Biblia cristiana. En ella se afirma que Dios no fue creado, sino que es eterno e invisible. Jesús dice en Juan 4:24 que Dios es Espíritu.

Pero ¿qué sabemos del origen de Jesús, el Hijo de Dios? ¿Cómo llegó a existir? El trinitarismo clásico dice que Dios el Padre genera al Hijo eternamente, y que el Padre y el Hijo generan eternamente al Espíritu Santo. Los teólogos se refieren a este sistema cerrado como el Dios trino — “trino” significa “consistente de tres, en uno”. Estipulan además que los tres–el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– participan mutuamente en la existencia y acción de los otros.

Como podemos ver, el Dios trino o Deidad es un sistema cerrado: nadie puede entrar en ese “modelo eterno”. (Para aclarar, la palabra “deidad” significa divinidad — existir como Dios con una naturaleza divina). Si la Deidad es algo cerrado, ¿cómo pueden los seres humanos convertirse en hijos de Dios y miembros de su familia, tal como dice en 2 Corintios 6:18? ¿Y qué acerca de la encarnación del Verbo, el Hijo de Dios que nació en la carne? Recuerde, el trinitarismo clásico establece que el Padre genera eternamente al Hijo en el cielo.

La encarnación y la resurrección destruyen el paradigma trinitario

Uno puede ver fácilmente el dilema que esto presenta. ¿Cómo puede haber un Hijo en el cielo y uno en la Tierra? ¿Cómo se preserva la “naturaleza esencial” de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo cuando el Verbo es hecho carne? Si cualquiera de las personas divinas es alterada o extraída del modelo, todo el paradigma se hace trizas. Sin embargo, los trinitarios afirman que el Padre continuó generando al Hijo en el cielo incluso cuando había sido concebido en el vientre de María y durante todo el tiempo que vivió en la Tierra en la carne.

Si este modelo clásico de una Deidad que está constantemente generándose en los cielos fuese cierto, quiere decir entonces que la encarnación produciría un segundo Hijo — un Hijo que es eternamente generado en el cielo y otro que existe en la carne en la Tierra. Por lo tanto, según el modelo trinitario, el Hijo en la Tierra es en realidad un cuarto ser que entra en la ecuación: tres en el cielo y uno que vivió en la Tierra hasta que ascendió al cielo.

Los teólogos han intentado en vano explicar este dilema enfatizando las distinciones de la Deidad. Es decir, el Hijo, como una persona de la Deidad, fue hecho carne, sufrió y murió por los pecados del mundo.

¿Pero cómo puede esto ser, si según la doctrina trinitaria, tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo participan plenamente en la existencia y acciones de los otros, asegurando de esta manera la unidad e indivisibilidad de la Deidad? A pesar de los intentos de los teólogos por resolver este dilema destacando las diferencias dentro de la Deidad, están irremediablemente enredados en una serie de contradicciones.

El resultado lógico de insistir en que las tres personas participan completamente en la existencia de la otra es algo llamado patripasianismo: la noción de que Dios el Padre sufrió y murió junto con Jesús el Hijo por los pecados de la humanidad.

Las explicaciones de las formas en las que se puede existir como Dios o el enfoque en las distinciones dentro de la Deidad no pueden negar el hecho de que, según esta doctrina, si una de estas tres personas muere, todas mueren.

Lamentablemente, esta doctrina reduce a Jesucristo a un simple ser humano carnal que murió por los pecados del mundo. Aún más, los proponentes de esta doctrina están diciendo básicamente que Dios entregó parte de su ser a sí mismo, un simple mortal, ya que el Hijo que el Padre genera eternamente continúa siendo generado por él en el cielo. Sin embargo, Cristo clamó en la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).

¿Cómo encaja la resurrección de Jesús en la perspectiva trinitaria de Dios?

El paradigma trinitario se derrumba aún más frente a la gloriosa resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Los trinitarios insisten en que se trata solo de la resurrección física de su cuerpo, intentando preservar el modelo trinitario según el cual el Padre genera al Hijo eternamente.

Su insistencia en una resurrección carnal niega la resurrección de Cristo como un espíritu vivificante: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual” (1 Corintios 15:45-46).

Las Escrituras claramente revelan que el Cristo que resucitó es una entidad separada y diferente de Dios el Padre, ya que ahora se sienta a su diestra. El apóstol Pedro dijo: “Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades [la tumba], ni su carne vio corrupción.

“A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra . . .” (Hechos 2:29-34).

Los teólogos trinitarios han reconocido que la resurrección de Cristo como un espíritu vivificante introduciría una cuarta persona en la Deidad. Por tanto, insisten en que la resurrección de Jesús fue el restablecimiento de su vida humana en la carne, ahora preservada eternamente — lo cual implica que solo la forma física de Jesús murió, ya que según el trinitarismo, el Padre genera eternamente al Hijo.

Esto niega la muerte del Hijo en la cruz y quiere decir que Jesús se resucitó a sí mismo en vez de haber sido resucitado por el Padre (Romanos 8:11).

Uno puede también discernir fácilmente las inherentes contradicciones contenidas en la doctrina de la Trinidad cuando sus proponentes tratan de explicar el origen y la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Origen del Verbo

¿Qué revelan las Escrituras acerca del origen del Hijo de Dios? ¿Es Aquel que se convirtió en el Hijo de Dios en la carne un ser creado? Si no es un ser creado, ¿cómo y cuándo llegó a existir?

Bajo la inspiración del Espíritu Santo, el apóstol Juan claramente explicó el origen del Verbo o, en griego, el Logos, el Ser que se convirtió en Jesucristo. Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Estas tres simples cláusulas sirven aquí para ilustrar la existencia eterna del Logos, en contraste a la de un ser creado:

En la primera cláusula, “En el principio era el Verbo”, el término griego traducido “era” es una forma del verbo “ser” y tiene el sentido de “existía”. El Logos existía “en el principio”, una alusión obvia a Génesis 1:1. Al principio de la creación, el Logos ya existía.

En la segunda cláusula, la misma forma verbal “era” se usa para describir la condición de esa existencia en términos de una relación. Es decir, el Logos estaba con Dios, mostrando que era un ser distinto a Dios y al mismo tiempo relacionado con él.

El mismo verbo para “era” es utilizado en la tercera cláusula para ayudar a definir el carácter o esencia del Logos — “y el Verbo [Logos] era Dios [Theos]” (Joel Green, Scot McKnight, Howard Marshall, editores, Dictionary of Jesus and the Gospels [Diccionario de Jesús y los evangelios], “Logos”, 1992, p. 483).

Juan claramente identifica dos entidades: el Verbo (Logos) y Dios (Theos). Aún más, Juan declara enfáticamente que el Verbo era Dios (Theos). Además, él afirma que el Logos tenía una relación personal con Dios. La cronología es destacada en los versículos 1 y 2. Esto es, el Verbo que existía “en el principio” estaba también “con Dios”. El versículo 2 repite que el Verbo, y nadie más, estaba con Dios en el principio, lo cual hace énfasis en su existencia y relación con Dios en la eternidad. Como Dios creó todas las cosas a través del Verbo, es imposible que el Verbo llegara a existir como una creación de Dios. El Verbo ya existía “en el principio” de la creación.

Si no existiesen otras escrituras, la simplicidad e intensidad de estas palabras serían suficientes para dejar en claro que el Verbo no fue creado sino que es coeterno con Dios (Theos).

Juan reitera el rol del Logos en la creación en Juan 1:10, afirmando: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho . . .” La palabra en griego traducida como “fue hecho” es egeneto, del verbo ginomai, que significa “convertirse, llegar a existir, comenzar a ser, o recibir existencia” (Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament [Diccionario griego-inglés del Nuevo Testamento de Thayer]). Por lo tanto, fue a través del Verbo que el mundo llegó a existir.

Pero la prueba más contundente de la preexistencia del Logos es la declaración de que el Logos fue hecho carne y habitó entre la humanidad (Juan 1:14). Si el Logos no preexistió, entonces Dios el Padre simplemente creó un nuevo ser para que se convirtiera en el único Hijo concebido por Dios y muriese por los pecados del mundo. Pero como se explicó anteriormente en Juan 1:1, quien fue hecho carne fue el Verbo, que había existido coeternamente con el Padre.

El Logos identificado en el libro de Apocalipsis

En el primer versículo de Apocalipsis se declara que este libro es la revelación que Dios el Padre le dio a Jesucristo para sus siervos. Jesús luego la envió por medio de un ángel al apóstol Juan (Apocalipsis 1:1). La salutación de Juan que prosigue es de Dios el Padre, quien es y era y que ha de venir, y de Jesucristo, el primogénito entre los muertos (Apocalipsis 1:4-5).

Después de la salutación Juan recibe una visión del Hijo del Hombre, quien camina entre siete candelabros de oro y declara ser “el Alfa y la Omega, el primero y el último” (vv. 10-17). Jesucristo iguala de esta manera su eternidad con la de Dios el Padre. Estos pasajes son claramente similares a la declaración “yo soy” que hizo Jesús en Juan 8:58: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”. Así, Jesús proclama irrefutablemente su coeternidad con el Padre.

A Juan se le entrega además una visión de Jesucristo viniendo en gloria como Rey de reyes y Señor de señores: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS” (Apocalipsis 19:11-13).

Aquí el Padre le revela a todo el mundo que Jesucristo es “el Verbo de Dios”, el mismo Ser que estaba con Dios el Padre en la eternidad. Él es quien se despojó de su gloria y se convirtió en carne como Emanuel (que significa “Dios con nosotros”, Mateo 1:23), el Verbo encarnado que murió por los pecados de la humanidad y ahora vive por toda la eternidad.

El Logos se despoja de su gloria

El Padre y el Logos determinaron que el Verbo se despojaría de su gloria para poder reconciliar a la humanidad pecadora con Dios el Padre y comenzar un nuevo orden de seres vivientes, es decir, hijos de Dios nacidos como seres espirituales mediante una resurrección de los muertos.

Tal como el apóstol Pablo proclama, este plan de salvación existía antes de que Dios creara a la humanidad. Él se refiere a Dios como “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).

De esta manera, el Verbo tuvo que despojarse de su gloria y tomar forma de carne para que la humanidad pecadora fuese reconciliada con el Padre, y luego regresó a su gloria como el primogénito entre los muertos (Hebreos 2:9-10; Apocalipsis 1:5). El hecho de convertirse en el primogénito de los muertos muestra que otros obviamente vendrían después de él (vea también Romanos 8:29; Hebreos 2:10).

Pablo deja muy en claro que el Logos eterno entregó su gloria y tomó forma de siervo para actuar como nuestro Salvador. Pablo escribe de él, según la traducción de la versión Reina Valera 1960: “Haya pues en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8). Por lo tanto el Logos, gracias a que estuvo dispuesto a despojarse de su gloria, pudo tomar la forma de un hombre.

Pero, puede preguntar el incrédulo, ¿prueban los versículos anteriores que el Logos existía junto con el Padre? La palabra clave en el versículo 6, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. La palabra en griego traducida como “siendo” es una forma de huparcho, que significa “comenzar, aproximarse, es decir, estar ahí, estar listo, estar a la mano” (Thayer). Por consiguiente, el Verbo ya existía en forma de Dios antes de adoptar la forma de un hombre.

Ahora, ¿cómo podría existir el Verbo en la forma de Dios? Si uno acepta la aserción de Pablo de que él tomó la forma de un hombre, debe aceptar también que existía en la forma de Dios.

Es más, en algunas versiones que traducen que él “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”, el griego para “aferrarse” es una forma de harpagmos, que significa “algo que es arrebatado o ser arrebatado” o, como algunos lo expresan, “algo a qué aferrarse”. Lo que esto significa es que él no consideró su igualdad con Dios como algo a qué aferrarse, sino como algo que abandonó –que cedió voluntariamente– cuando se despojó de su antigua gloria.

Esto claramente significa que la igualdad con Dios era algo que el Verbo ya poseía. Y el despojarse de su gloria es el mayor acto de liderazgo servidor que el mundo haya presenciado. Incluso más, su disposición a despojarse de la gloria que compartía con Dios el Padre es una de las razones principales de por qué el Padre lo exaltó y lo puso a cargo de todas las cosas (Efesios 1:20-22).

El testimonio de Cristo acerca de la gloria que compartió con el Padre

Antes de entregar su vida por los pecados del mundo, Cristo le pidió al Padre que le restableciera la gloria que había compartido con él antes de que el mundo existiese (Juan 17:5). La fuerza de esta petición en el lenguaje griego es innegable. Antes de que el “mundo (una forma de la palabra griega kosmos, que significa la distribución del universo) fuese” (del griego einai, que se refiere a existencia), Cristo compartió esa gloria con el Padre. Cualquier intento de desestimar esto como una simple profecía de lo que sucedería después de la resurrección, no está conforme a las claras palabras de Cristo.

¿Por qué le pediría Jesucristo al Padre que restableciera algo que tenía con él antes de que el mundo existiese si nunca antes lo había experimentado? Si nunca había experimentado esta gloria, lo lógico hubiera sido que le pidiera al Padre que lo glorificara con una gloria diferente, no con la que había tenido previamente con él.

En este versículo se ratifica muy claramente la preexistencia de Cristo. En las Escrituras es obvio que Cristo vino a la Tierra y se despojó de la gloria que tenía con el Padre. Pero después que su vida humana llegó a su fin, Jesús, quién murió por los pecados del mundo, fue resucitado de entre los muertos (glorificado) y ahora se sienta a la diestra del Padre, nuevamente con la gloriosa existencia que solía tener.

Por lo tanto, el hecho de que Cristo haya sido glorificado en la resurrección no contradice de ninguna manera el concepto de que el Verbo haya existido previamente en un estado glorioso y divino antes de venir a la Tierra. Como Pablo explica en Filipenses 2, el Verbo ya había existido en gloria antes de despojarse de ella y tomar forma de hombre.

En la carne, él era divino en el sentido de que era el mismo Ser que siempre había existido antes de su encarnación, y aún tenía su identidad divina del Verbo. Era también el monogenes — el Hijo único de Dios (Juan 1:14, 18; 3:16, 18), concebido por el Padre y lleno del Espíritu Santo, con el mismo carácter justo y perfecto de Dios. En su humildad, él adoptó la forma humana para poder morir por los pecados del mundo y dar inicio a un nuevo orden de seres vivientes, convirtiéndose en el primogénito de los muertos cuando el Padre lo resucitó de entre ellos.

Así vemos que mediante el amor, la gracia y la misericordia de Dios, el modelo trinitario de un sistema cerrado se hace añicos frente al gran propósito de Dios para la creación de la humanidad. Dios el Padre y Jesucristo nos ofrecen vida eterna en el glorioso Reino de Dios. Podemos compartir esta gloria del Padre y el Hijo en su reino, cuando nos transformemos en seres gloriosos, radiantes y espirituales como ellos; mientras tanto somos, según las palabras de Romanos 8:17, “herederos de Dios y coherederos con Cristo”. BN

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.