Preguntas Bíblicas

¿Es realmente Dios una Trinidad?

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1 Juan 5:7-8 nos dice: "Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”. ¿A qué se refiere esta escritura?

Las palabras “en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra” aparece en solo unos pocos manuscritos recientes. No forman parte del texto inspirado.

Sin esas palabras, los versículos 7 y 8 dicen lo siguiente: “Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. Los versículos 5 y 6 se refieren a Jesús como el Mesías prometido. Dejando de lado el texto añadido, el texto correcto continúa ese pensamiento, mientras que las palabras añadidas rompen la cadena de ideas. El Espíritu se refiere al poder de Dios, el cual mostró que Jesús era el Cristo o Mesías (Hechos 2:22). El agua se refiere al bautismo, por el cual nos unimos simbólicamente a la sepultura de Cristo (Romanos 6:3-4). La sangre se refiere al hecho de que Cristo murió para ofrecer su sacrificio por los pecados de la humanidad (Hebreos 9:13-15). Todos dan testimonio de que Jesús es el Cristo o Mesías.

Además, en ninguna parte Juan utiliza las palabras “El Padre y El Verbo,” sino más bien “el Padre y el Hijo” o “Dios y el Verbo”. Esto muestra además que alguien diferente a Juan escribió las palabras añadidas. Al parecer, fueron agregadas por un traductor inescrupuloso, tratando de justificar la doctrina no bíblica de la Trinidad. Nuestro folleto ¿Quién es Dios? explica 1 Juan 5:7. He aquí un extracto:

“Ciertos traductores de los siglos pasados buscaban tan ardientemente algo con que respaldar su creencia en la Trinidad que, literalmente, se atrevieron a añadirlo a la Biblia. Un ejemplo de esto lo encontramos en 1 Juan 5:7-8, donde leemos: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. Las palabras en letra cursiva sencillamente no forman parte de los manuscritos originales del Nuevo Testamento.

“En la Nueva Versión Internacional 1 Juan 5:7-8 aparece correctamente: “Tres son los que dan testimonio, y los tres están de acuerdo: el Espíritu, el agua y la sangre”. Aquí Juan personifica estos tres elementos como testigos, así como Salomón personificó la sabiduría en el libro de los Proverbios (ver Proverbios 8). Refiriéndose al pasaje que en el párrafo anterior está en letra cursiva, la NVI aclara en una nota al pie de la página que, “este pasaje se encuentra en ms. [manuscritos] posteriores de la Vulgata, pero no está en ningún ms. [manuscrito] griego anterior al siglo xvi”.

“Toda la prueba de los textos está en contra de 1 Juan 5:7-8”, según explica el escritor Neil Lightfoot. “De todos los manuscritos griegos, sólo hay dos que la tienen [la añadidura]. Estos dos manuscritos son de fechas muy posteriores, uno del siglo catorce o quince y el otro del siglo dieciséis. Ambos muestran claramente que este versículo fue traducido del latín” (How We Got the Bible [“Cómo obtuvimos la Biblia”], 1963, pp. 56-57).

“Otra fuente de información bíblica se refiere al pasaje que nos ocupa como “obviamente una glosa posterior sin ningún mérito” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1981, 12:353). Otra más de estas obras de consulta, refiriéndose al mismo pasaje, de manera tajante comenta: “Ningún [manuscrito] griego respetable la tiene. Apareció por primera vez en un texto en latín de fines del cuarto siglo, se introdujo en la Vulgata y finalmente en el NT [Nuevo Testamento] de Erasmo” (Peake’s Commentary on the Bible [“Comentario de Peake sobre la Biblia”], p. 1038).

“El término Trinidad no fue usado comúnmente como un término religioso hasta después del Concilio de Nicea en el año 325, varios siglos después de que habían sido completados los últimos libros del Nuevo Testamento. ¡La Trinidad no es un concepto bíblico!”

Para saber más acerca de ¿Quién es Dios? Visite nuestra sección de folletos gratuitos.

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¿Es Dios una Trinidad?

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Pero ¿qué hay de la Trinidad? Muchos millones de personas creen que Dios consiste en tres personas o entes distintos —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— los que componen un solo ser.

“¿Enseñó realmente el Nuevo Testamento la elaborada —y muy contradictoria— doctrina de la Trinidad?”—Karen Armstrong, A History of God (“Historia de Dios”)

Ya hemos visto que en las Escrituras se nos revela a Dios como una familia, compuesta del Padre y del Hijo en el cielo, con muchos posibles miembros de esa misma familia ahora aquí en la tierra. La Biblia habla de “toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:15).

Dos miembros divinos de esa familia, el Padre y el Hijo, moran en el cielo, pero los hijos humanos de Dios aquí en la tierra ya forman parte de esta familia (Romanos 8:14; 1 Juan 3:1-2). (Si desea conocer un poco más acerca de este asunto, puede solicitar el folleto gratuito Nuestro asombroso potencial humano.)

Pero ¿qué hay de la Trinidad? Muchos millones de personas creen que Dios consiste en tres personas o entes distintos —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo— los que componen un solo ser. ¿Cómo podemos saber qué explicación acerca de la naturaleza de Dios es correcta? Sencillamente, sólo en la Biblia podemos encontrar la respuesta correcta. Por principio de cuentas, el hecho de que la palabra trinidad no aparece en ninguna parte de la Biblia, debe hacernos recapacitar. No debemos aferrarnos a viejas tradiciones religiosas si contradicen la Biblia. Nuestras creencias deben estar basadas firmemente en las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Jesús, orando al Padre, le dijo: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17).

Pruebas del Nuevo Testamento

La realidad es que la Biblia no enseña la doctrina de la Trinidad. Las palabras con que un comentario bíblico empieza su artículo bajo el título “Trinidad” son muy informativas: “Debido a que la Trinidad es una parte tan importante de la doctrina cristiana posterior, resulta sorprendente que el término no aparece en el Nuevo Testamento. Igualmente, el concepto desarrollado de tres socios coiguales en la Divinidad que se encuentran en declaraciones de credos posteriores no pueden detectarse claramente dentro de los límites del canon [del Nuevo Testamento]” (The Oxford Companion to the Bible [“El compañero de la Biblia, de Oxford”], Bruce Metzger y Michael Coogan, directores, 1993, p. 782).

La palabra posterior es una clave muy importante para poder entender por qué las creencias de la cristiandad han tenido que sobrellevar la doctrina de la Trinidad. Algunos teólogos, que vivieron después del primer siglo, fueron los que primeramente concibieron tal doctrina, y otros le agregaron o hicieron cambios con el paso de los siglos.

Notemos el reconocimiento que se hace en otra fuente de consulta: “El término ‘Trinidad’ no se encuentra en la Biblia. Tertuliano lo usó por primera vez a fines del segundo siglo, pero recibió amplia difusión y explicación oficial sólo en los siglos cuarto y quinto” (The New Bible Dictionary [“Nuevo diccionario bíblico”], 1996, “Trinidad”).

El mismo diccionario explica que “la doctrina formal de la Trinidad fue el resultado de varios intentos inadecuados de explicar qué y quién es realmente el Dios cristiano . . . Para tratar con estos problemas los padres de la iglesia se reunieron en el año 325 en el Concilio de Nicea para establecer una definición bíblica ortodoxa relacionada con la identidad divina”. No obstante, no fue hasta el 381, “en el Concilio de Constantinopla, [que] fue confirmada la divinidad del Espíritu . . .”.

Otra fuente teológica reconoce que “mucho del pensamiento de los siglos segundo y tercero dio una impresión de binitarismo [es decir, dos en unidad, el Padre y el Hijo] . . . Pensadores pluralistas . . . afirmaban la total co-presencia de los dos (más tarde tres) diferentes entidades dentro de la Divinidad . . .” (Alan Richardson, director, A Dictionary of Christian Theology [“Diccionario de teología cristiana], 1969, p. 345).

Vemos, pues, que la doctrina de la Trinidad no fue formalizada hasta mucho tiempo después de que la Biblia había sido completada y los apóstoles habían fallecido. A los teólogos que vinieron después les llevó varios siglos formular lo que creían con respecto al Espíritu Santo. Lamentablemente, la doctrina de la Trinidad ha sido un gran obstáculo para tener un claro entendimiento de la verdad bíblica de que Dios es una familia divina.

Prosiguiendo con el artículo de una de las fuentes citadas previamente, leemos: “Mientras que los escritores del Nuevo Testamento hablan mucho acerca de Dios, Jesús y del Espíritu de cada uno, ningún escritor del Nuevo Testamento explica la relación entre los tres en la forma en que lo hacen algunos escritores cristianos posteriores” (The Oxford Companion to the Bible [“El compañero de la Biblia, de Oxford”], 1993, p. 782). Desde luego, estos estudiosos de la Biblia exponen en forma incompleta lo que resulta obvio para quienes entienden la explicación bíblica acerca de Dios.

Una falsa añadidura en 1 Juan 5:7-8

Ciertos traductores de los siglos pasados buscaban tan ardientemente algo con que respaldar su creencia en la Trinidad que, literalmente, se atrevieron a añadirlo a la Biblia. Un ejemplo de esto lo encontramos en 1 Juan 5:7-8, donde leemos: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. Las palabras en letra cursiva sencillamente no forman parte de los manuscritos originales del Nuevo Testamento.

En la Nueva Versión Internacional 1 Juan 5:7-8 aparece correctamente: “Tres son los que dan testimonio, y los tres están de acuerdo: el Espíritu, el agua y la sangre”. Aquí Juan personifica estos tres elementos como testigos, así como Salomón personificó la sabiduría en el libro de los Proverbios (ver Proverbios 8). Refiriéndose al pasaje que en el párrafo anterior está en letra cursiva, la NVI aclara en una nota al pie de la página que, “este pasaje se encuentra en ms. [manuscritos] posteriores de la Vulgata, pero no está en ningún ms. [manuscrito] griego anterior al siglo xvi”.

“Toda la prueba de los textos está en contra de  1 Juan 5:7-8”, según explica el escritor Neil Lightfoot. “De todos los manuscritos griegos, sólo hay dos que la tienen [la añadidura]. Estos dos manuscritos son de fechas muy posteriores, uno del siglo catorce o quince y el otro del siglo dieciséis. Ambos muestran claramente que este versículo fue traducido del latín” (How We Got the Bible [“Cómo obtuvimos la Biblia”], 1963, pp. 56-57).

Otra fuente de información bíblica se refiere al pasaje que nos ocupa como “obviamente una glosa posterior sin ningún mérito” (The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 1981, 12:353). Otra más de estas obras de consulta, refiriéndose al mismo pasaje, de manera tajante comenta: “Ningún [manuscrito] griego respetable la tiene. Apareció por primera vez en un texto en latín de fines del cuarto siglo, se introdujo en la Vulgata y finalmente en el NT [Nuevo Testamento] de Erasmo” (Peake’s Commentary on the Bible [“Comentario de Peake sobre la Biblia”], p. 1038).

El término Trinidad no fue usado comúnmente como un término religioso hasta después del Concilio de Nicea en el año 325, varios siglos después de que habían sido completados los últimos libros del Nuevo Testamento. ¡La Trinidad no es un concepto bíblico!

¿Por qué a veces se le llama ‘él’?

Debido al hecho de que en el Nuevo Testamento se utiliza algunas veces el pronombre “él” con referencia al Espíritu Santo, hay mucha gente que supone que se trata de una entidad personal. Este concepto equivocado se produce por el uso que en el idioma griego se hace de pronombres de acuerdo con el género del sustantivo que se esté utilizando.

En el griego, cada objeto, animado o inanimado, es designado por un sustantivo masculino, femenino o neutro. Al igual que en el español, francés, italiano y otros idiomas, el género gramatical nada tiene que ver con que el objeto sea literalmente masculino, femenino o neutro. Por ejemplo, un libro no es masculino y una mesa no es femenina, y ciertamente no son “personas”.

En el griego se usan vocablos masculinos y neutros para referirse al Espíritu Santo. Gramaticalmente, la voz paracletos, traducida por “Consolador” en Juan 14:16, Juan 14:26; Juan 15:26; Juan 16:7 es de género masculino. Por consiguiente, tanto en el griego como en el español es correcto el empleo de pronombres masculinos.

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¿Hay errores en la Biblia?

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Los textos originales de la Biblia no contienen errores porque fueron inspirados por Dios, pero no podemos decir lo mismo de las copias que se hicieron posteriormente o de las traducciones que se han hecho de estas últimas.

Los textos originales de la Biblia no contienen errores porque fueron inspirados por Dios, pero no podemos decir lo mismo de las copias que se hicieron posteriormente o de las traducciones que se han hecho de estas últimas. Los traductores son humanos, de manera que es inevitable que sus propias tendencias religiosas hayan influido en su trabajo. Por lo general, tales errores son relativamente pequeños, pero en algunos casos son grandes equivocaciones que ocasionan enseñanzas y prácticas erróneas.

Una de esas grandes equivocaciones la encontramos en 1 Juan 5:7-8. Durante más de mil años desde que se completaron las Escrituras, la segunda parte del versículo 7 y la primera parte del versículo 8 no aparecieron en los manuscritos griegos. Alrededor del año 500 apareció este fragmento en la versión latina que se conoce como la Vulgata. Al parecer, la inserción fue un intento para fortalecer la creencia en el concepto teológico de la Trinidad, el cual se debatía en ese entonces. Las palabras que se agregaron son las siguientes: “en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra”.

Hasta el año 1300, en ninguno de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento aparecieron estas palabras. “Todas las pruebas textuales están en contra de 1 Juan 5:7. De todos los manuscritos griegos, sólo hay dos que lo contienen. Estos dos manuscritos son de fechas muy recientes, uno del siglo 14 ó 15 y el otro del siglo 16. Ambos muestran claramente que este versículo fue traducido del Latín” (Neil Lightfoot, How We Got the Bible [“Cómo obtuvimos la Biblia”], 1963, pp.‑57-58).

Parece ser que los monjes que copiaron el texto del Nuevo Testamento en el siglo 14 ó 15 agregaron este versículo de la Vulgata. Hasta la Biblia de Jerusalén reconoce que este versículo no es auténtico y no lo contiene. Al pie de la página correspondiente aparece esta nota: “Los mss [manuscritos] de la Vulg. [Vulgata] añaden la frase siguiente: dan testimonio: en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, etc.”

El versículo en 1 Juan 5 debería decir, como dicen cientos de los textos griegos más antiguos y la mayoría de las traducciones modernas: “Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. Esto se refiere al testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios (vv. 5-6).

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La Paz, Bolivia

Job: Un hombre de resistencia heróica

Soportar las duras pruebas a las que nos somete la vida cristiana es una minúscula parte de nuestra labor. Pero ¿cómo afrontamos las dificultades? Nuestra actitud, es determinante. Mensaje entregado el 2 de febrero de 2019.
 

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Es fácil hacer promesas

Prometemos que seremos mejores, o que haremos esto o aquello, o que cambiaremos. Pero aquellos que creen en esas promesas usualmente se decepcionan, porque el que hace dichas promesas es aquel que ha dejado muchas cosas sin cumplir. Red Auerbach escribió, “una hectárea trabajada es mejor que todo un mundo de promesas”.

Nos alegramos cuando conocemos a una persona en su propio mundo. Existe cierta calidad de carácter en esa persona que admiramos. Jesucristo fue un poco más lejos en su comentario cuando dijo: “Pero sea vuestro: si, sí; no, no; porque lo que es más que esto, de mal procede” (Mateo 5:37). Las promesas son generalmente un “si” que no conduce a ninguna parte. Cuando hagamos una promesa o un voto oficial —¡cumplámoslo! Esto es lo que a Dios le agrada que hagamos.

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