Preguntas Bíblicas

¿Qué dice la Biblia acerca de hablar en lenguas?

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Hablar en lenguas, un milagro de la comunicación mencionado en el Nuevo Testamento, a menudo es mal interpretado y mal usado. 

Transcript

Hablar en lenguas, un milagro de la comunicación mencionado en el Nuevo Testamento, a menudo es mal interpretado y mal usado. 

Muchos se han preguntado lo que la Biblia dice acerca de hablar en lenguas.

Lo que muchas iglesias llaman "hablar en lenguas" hoy en día no es nada parecido a lo que la Biblia dice en los libros de Hechos y Corintios. El milagro que ocurrió en el Día de Pentecostés en el año 31 d.C. (Hechos de los Apóstoles 2:4-8), fue la comunicación - al parecer tanto en hablar como oír. La palabra griega traducida como "lenguas" es glossa y significa "idiomas". El milagro de hablar en lenguas significaba que cada miembro de la audiencia podía oír en su lengua nativa (idioma, vea versículos 9-11).

También, algunos miembros de la iglesia primitiva, particularmente en Corinto, tenían la habilidad de hablar en diferentes idiomas. En ese caso, parece que la gente estaba mostrando sus habilidades, hablando todos los idiomas que podían, sin importar si las personas que los oían podían entender. Estaban atrapados en su vanidad, habiendo perdido de vista el hecho de que uno debe usar siempre los dones espirituales para servir a los demás. Pablo escribió en el capítulo 14 de 1 Corintios instrucciones específicas para lidiar con este tema. Señaló que el buen uso del don de lenguas sería hablar el idioma o idiomas que la congregación podía entender. Sería hablar español a un público que habla español o francés a un público que habla francés.

Pablo recordó a los Corintios en Corinto que hablar diferentes idiomas no tenía ningún valor real si el público no podía entender las palabras. Él les exhortó a concentrarse más en una comunicación comprensible que en sus habilidades lingüísticas.

Todos los ejemplos bíblicos de hablar en lenguas están completamente contrastados con el tipo de "hablar en lenguas" que practican algunas iglesias hoy en día, donde el orador pronuncia un "lenguaje" que suena como galimatías y no un lenguaje humano real.

En otras cartas, Pablo y Juan advierten a los cristianos a no dejarse engañar por fenómenos de apariencia espiritual, indicando que los demonios a veces imitan los dones espirituales en un intento de confundir a la gente (1st Timoteo 4:1; 1ra Juan 4:1).

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Muchos se han preguntado lo que la Biblia dice acerca de hablar en lenguas.

Lo que muchas iglesias llaman "hablar en lenguas" hoy en día no es nada parecido a lo que la Biblia dice en los libros de Hechos y Corintios. El milagro que ocurrió en el Día de Pentecostés en el año 31 d.C. (Hechos 2:4-8), fue la comunicación - al parecer tanto en hablar como oír. La palabra griega traducida como "lenguas" es glossa y significa "idiomas". El milagro de hablar en lenguas significaba que cada miembro de la audiencia podía oír en su lengua nativa (idioma, vea versículos 9-11).

También, algunos miembros de la iglesia primitiva, particularmente en Corinto, tenían la habilidad de hablar en diferentes idiomas. En ese caso, parece que la gente estaba mostrando sus habilidades, hablando todos los idiomas que podían, sin importar si las personas que los oían podían entender. Estaban atrapados en su vanidad, habiendo perdido de vista el hecho de que uno debe usar siempre los dones espirituales para servir a los demás. Pablo escribió en el capítulo 14 de 1 Corintios instrucciones específicas para lidiar con este tema. Señaló que el buen uso del don de lenguas sería hablar el idioma o idiomas que la congregación podía entender. Sería hablar español a un público que habla español o francés a un público que habla francés.

Pablo recordó a los Corintios en Corinto que hablar diferentes idiomas no tenía ningún valor real si el público no podía entender las palabras. Él les exhortó a concentrarse más en una comunicación comprensible que en sus habilidades lingüísticas.

Todos los ejemplos bíblicos de hablar en lenguas están completamente contrastados con el tipo de "hablar en lenguas" que practican algunas iglesias hoy en día, donde el orador pronuncia un "lenguaje" que suena como galimatías y no un lenguaje humano real.

En otras cartas, Pablo y Juan advierten a los cristianos a no dejarse engañar por fenómenos de apariencia espiritual, indicando que los demonios a veces imitan los dones espirituales en un intento de confundir a la gente (1 Timoteo 4:1; 1 Juan 4:1).

Iglesia de Dios Unida

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

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"Fin del ministerio de Juan; la mujer samaritana"
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La conversación que Cristo tuvo con Nicodemo es muy importante, pues le había revelado la esencia del evangelio, o el mensaje de Dios: Uno no sólo se debe bautizar en agua, sino que, al perseverar en la fe, un día nacerá del espíritu.

Tal como hemos nacido en forma física para ser humanos, un día naceremos en forma espiritual para ser seres espirituales.

Juan quedó tan impresionado con esta gran verdad que la repetiría en sus epístolas. De vez en cuando Juan añade sus comentarios para destacar estos principios espirituales que debemos aprender. Dice un escritor: “Todos los eruditos están de acuerdo que en el evangelio de Juan aparecen sus comentarios de principios espirituales” (Leon Morris, p. 228).

Al hacer milagros, Jesús despierta la envidia de los fariseos y sacerdotes y debe salir de Jerusalén, pues aún no había llegado “su hora” de ser arrestado. Viajó al norte donde estaba Juan el Bautista. “Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados. Porque Juan no había sido aún encarcelado. Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación” (Juan 3:22-24).

La controversia sobre la purificación estaba relacionada con el bautismo. Señala un autor: “Se trataba del tema del bautismo. Como Juan y Jesús eran los únicos maestros que bautizaban a judíos, fácilmente se podrían suscitar discusiones entre los discípulos de Juan y aquellos judíos que se negaban a someterse al rito” (Comentario Exegético del N.T, p. 181).

Mientras tanto, el ministerio de Juan pronto llegaría a su fin al ser encarcelado y poco después, ejecutado. Le toca ahora a Jesús seguir con la obra de Juan al bautizar a los que se arrepienten y están dispuestos a aceptarlo como el Mesías. Jesús tenía más seguidores que Juan el Bautista al venir de Dios, tener el Espíritu Santo sin medida y al obrar milagros.

“Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismo me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:26-30).

Juan el Bautista fue humilde hasta el fin. No dejó que cierta envidia de sus discípulos invadiera su corazón. Aceptó mansamente el final de su ministerio. Lo comparó con la ceremonia del matrimonio, donde el mejor amigo del novio cumple la función de hacer todos los arreglos para la boda. Es quien presenta a la novia al novio. Aunque el mejor amigo tenía una importante función, no era el centro de la atención. Una vez que presentaba a la novia (que en este caso sería la futura Iglesia), tenía que hacerse a un lado para el novio. Así se sentía Juan el Bautista en su constante humildad.

Ahora el apóstol Juan añade esta reflexión: “El que de arriba viene, es sobre todos [Jesús es mayor que Juan el Bautista]; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio [en términos generales]. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano” (Juan 3:31-35).

Cristo tiene esa autoridad porque vino del cielo y tiene el Espíritu Santo sin medida. Aclara El Comentario Exegético: “Aquí nuevamente se traza la línea de distinción más clara entre Cristo y todos los maestros humanos inspirados. Ellos tienen el Espíritu Santo en grado limitado, mas Dios no le da a Jesús el Espíritu por medida. Esto significa que Cristo tiene el poder divino sin medida y que ese amor entre el Padre y el Hijo muestra un continuo flujo y reflujo del poder vivo entre ellos” p. 182). Recuerden que Jesús podía caminar sobre el agua (Mateo 14:25), y mandar a millares de ángeles a hacer su voluntad (Mateo 26:53).

Al tener tantos discípulos, Jesús despertó las sospechas y envidias de los fariseos. Ahora no sólo estaban preocupados por Juan el Bautista sino por Jesús. “Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria” (Juan 4:1-4).

Lo que más temían los fariseos era la popularidad de Juan y Jesús, y que perdieran el poder religioso y político que ostentaban. Josefo escribe sobre la popularidad de Juan el Bautista: “Era un hombre bueno que mandó a los judíos a ser virtuosos hacia Dios y hacia cada uno al bautizarse… Fue muy popular con el pueblo hasta el punto de que despertó las sospechas de Herodes [Antipas]. Por fin Herodes temió tanto la gran influencia que tenía Juan sobre las personas, pues parecía que estaban dispuestos a hacer cualquier cosa que él pedía, y sospechando que los incitara a rebelarse, lo arrestó y finalmente lo ejecutó”.

Mientras que Juan terminaba su ministerio, Jesús comenzaba el suyo. También ordena a sus discípulos a bautizar a las personas, pero él mismo no bautizaba. La razón parece ser la misma que dio Pablo. Le dijo a los corintios: “Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre” (1 Corintios 1:14-15). El problema que a veces surge entre personas inmaduras es que tienden a enfocar en quién los bautiza y no con quiénes hace el pacto del bautismo: con Jesucristo y Dios Padre. Por eso normalmente los altos líderes de la iglesia no bautizan a personas para que no se jacten de quién los bautizó. ¡Imagínense ser bautizados por el mismo Jesucristo! Sería fácil compararse con los otros hermanos y sentirse superior. También puede suceder lo mismo al ser ordenado y enfocar en quién lo ordena y no en cumplir bien su función. Al no poner a Cristo y su Iglesia primero a veces ocurren divisiones al seguir a un hombre que tiene un alto rango en la Iglesia pero que dejó el camino de Dios (vea Hechos 20:29-31).

Por eso, Jesús, al ver que los fariseos lo estaban acechando, prefirió alejarse de Judea hasta que llegara “su hora”. Todo estaba programado desde el cielo respecto a cuándo Jesús sería entregado. Las profecías en Daniel mencionan que sería “cortado” el Mesías luego de un ministerio de 3 ½ años (Daniel 9:26-27).

Son en estos momentos que Juan el Bautista es arrestado por Herodes Antipas: “Entonces Herodes el tetrarca [a cargo de una cuarta parte del reino], siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel” (Lucas 3:19-20).

Comenta Unger: “Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande y de una mujer samaritana llamada Maltace, o sea que no judío de nacimiento, era tetrarca de Galilea y Perea. Se hizo odioso a sus súbditos judíos por su casamiento incestuoso con su sobrina Herodías, que había sido esposa de su medio hermano Herodes Filipo. Esta maldad fue denunciada por Juan el Bautista, lo que provocó su decapitación” (p. 486). 

Ahora quedaba activo sólo el ministerio de Jesús. El viaje más directo entre Jerusalén y Galilea era por Samaria y duraba tres días. Al evitar el territorio samaritano tomaba un día más y Jesús resolvió tomar la ruta directa. “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José [Génesis 33:19]. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta [mediodía]” (4:5-6).

El pozo se volvía centro de la vida social del pueblo. Al lado de un pozo Jesús conversó con la samaritana. Jacob encontró su novia, y el mayordomo, Eliécer buscó una esposa para Isaac.

Respecto al pozo de Jacob, aún existe hoy día. Comenta Halley: “El pozo tiene 30m. de profundidad por 3 de diámetro [uno de los más profundos encontrados en Israel]. Es uno de los pocos lugares en donde puede identificarse con toda exactitud un sitio relacionado con la historia de Jesús” (p. 479). Otro autor agrega: “La parte superior del pozo está hecha de ladrillo… el agua es fría y refrescante” (Dic. Bib. p. 787).

Pronto llegó una mujer samaritana para recoger agua. Respecto a los samaritanos, Halley comenta: “Los samaritanos eran colonos de una raza extranjera [mayormente de Babilonia], llevados allí por los asirios unos 700 años antes (2 Reyes 17:6-29; Esdras 4:1-10). Habían aceptado los primeros cinco libros de la Biblia, y habían adoptado en parte la religión judaica. Esperaban que el Mesías hiciera su sede de gobierno en Samaria y no en Jerusalén” (p. 479).

Los samaritanos comían los alimentos bíblicos y sacrifican animales en el Monte Gerizim, tal como los judíos lo hacían en Jerusalén. Todavía existen unos 400 de ellos en Israel. Había una intensa rivalidad entre ellos, y los rabinos los odiaban. Los samaritanos habían mostrado ser muy traicioneros. Josefo dice que cuando a los judíos les iba bien, los samaritanos reclamaban ser parientes de ellos, pero cuando la suerte era adversa a los judíos, se unían felizmente a sus enemigos. Los rabinos consideraban que era una ofensa hablar con ellos, y que las mujeres samaritanas eran inmundas.

Continuamos el relato: “Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva… La mujer le dijo: Señor, dame esta agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta” (Juan 4:7-19).

Tal como Jesús le ofreció a Nicodemo la oportunidad de bautizarse y recibir en el futuro el Espíritu Santo para un día nacer en el reino de Dios, ahora le ofrece lo mismo a la mujer samaritana, pues Dios no hace acepción de personas. Le dio la oportunidad de arrepentirse y de recibir un día esas aguas vivas, que son un símbolo del Espíritu Santo. Más tarde Jesús explicó: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado” (Juan 7:37-39).

La mujer, al ser sorprendida en su pecado de convivir con un hombre, de inmediato cambia el tema a una antigua controversia que tenían los samaritanos y judíos. “Nuestros padres adoraron en este monte [Gerizim], y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:10-23).

Cristo aclara que la religión samaritana es falsa y que la verdadera viene de los judíos, es decir, del pueblo de Dios en ese entonces. Jesús sabía que pronto, con su sacrificio y al recibir los miembros el Espíritu Santo, ya no se adoraría a Dios sólo en un lugar en particular. Jesús añade: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24). Ahora en vez de Dios estar en un Templo, estaría dentro de los miembros por medio del Espíritu Santo. Dice Pablo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).

La samaritana quedó muy impresionada por las palabras de Jesús, y llamó a otros de su ciudad a venir. Mientras tanto llegaron los discípulos de vuelta. “En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?” (Juan 4:27). En ese entonces había un mandato rabínico que decía: “Que nadie hable con una mujer en la calle, ni siquiera si fuera su propia esposa”. Pero Jesucristo no aceptaba ninguno de estos “mandamientos de hombres” (Marcos 7:7-9). El evangelio, o las buenas noticias de cómo entrar en el reino de Dios, está disponible a todos. Al llegar muchos samaritanos por medio del testimonio de la mujer, Cristo les dice a sus discípulos: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega… Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:35-42). ¡Cuán grande era el contraste entre Jesucristo y los demás maestros de ese entonces! Los rabinos decían de los samaritanos: “No tendrán parte en la Resurrección, están excomulgados y bajo maldición en el sagrado nombre de Dios”. Sin embargo, Cristo los recibió con amor y cordialidad, y por ese trato con todos, los fariseos no lo perdonaban. La “semilla” que Jesús plantó luego sería cosechada según Hechos 8.

De allí, Jesús viajó a su región de Galilea. “Vino, pues, Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta es la segunda señal que hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea” (Juan 4:46-54).

De nuevo vemos que Juan está sistemáticamente mostrando a Jesús como Dios en la carne. Vino para hacer posible la entrada al reino de Dios por medio de un nacimiento primero de agua, y luego, de espíritu. Tenía la autoridad al venir del cielo y al recibir grandes poderes divinos de Dios el Padre. 

Algunos preguntan cómo pudo Juan recordar tan minuciosamente los diálogos de Jesús. Hay tres factores que lo hacen posible:

#1. Al ser testigos oculares. En la gran mayoría de los casos, Juan estaba allí mismo. Las palabras eran impactantes, aunque no entendían bien qué significaban hasta más tarde. Juan testificó: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestra manos tocante al Verbo de vida… y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó)” (1 Juan 1:1-3).

#2. Al recibir la ayuda del Espíritu Santo. Cristo les dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Recibirían ayuda divina para no olvidar nada que Dios deseaba que fuera parte de las Escrituras.

#3. Por la forma que los discípulos en ese entonces aprendían de un maestro. Comenta Leon Morris: “Hoy día creemos que para aprender algo bien se requiere anotar todo en cuadernos. Sin embargo, esto no era el caso en el primer siglo. En ese entonces, verificar algo en un libro era señal de no conocer bien el tema. Los rabinos decían: “El estudiante ideal es quien memoriza todo sin olvidar una sola letra”. Esta fue también la manera que aprendieron los discípulos de Jesús. Estaban acostumbrados a recitar los discursos escuchados hasta memorizarlos y años más tarde, se podían repetir sin una falla. La próxima vez comenzaremos con el gran ministerio de Jesús en Galilea que dura 1 año y medio.

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

 
¿Debemos hablar en lenguas para demostrar que tenemos el Espíritu Santo de Dios?

El nombre sagrado de Dios

¿Está el cristiano obligado a usarlo?
¿Es el verdadero nombre de nuestro Padre Celestial el tetragrama hebreo YHWH? ¿Debemos usar YHWH (en lugar de “Dios”) cuando nos dirigimos a él o cuando mencionamos su nombre en público?

En Hechos 4:12, Pedro declara lo siguiente: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. ¿Cuál, pues, es ese nombre por el que debemos ser salvos? ¿Son los nombres realmente tan importantes?

Sí, los nombres son muy importantes, y la Biblia reconoce su gran significado. Cuando alguien se presenta en el nombre de otra persona, él o ella actúan bajo la autoridad de ese nombre. Los embajadores de las diferentes naciones actúan bajo la autoridad de sus gobiernos. Dios cambió los nombres de muchos patriarcas del Antiguo Testamento con el propósito de reflejar el verdadero carácter de sus dueños, pero no les cambió el nombre a otro idioma.

El nombre hebreo de Abram fue cambiado a Abraham, también en hebreo, que significa “padre de muchas naciones”. El nombre de Jacob, que quiere decir “suplantador”, fue cambiado al de Israel, que significa “el que prevalece con Dios”. Pero ambos nombres fueron cambiados dentro de su misma lengua nativa, no a otro idioma.

El Hijo de Dios vino a la Tierra en el nombre de su Padre. ¿Cuál es ese nombre? A menos que uno tenga el nombre de su Padre Celestial, no es su Hijo y heredero. ¿Es pecado usar el nombre de Jesucristo o llamar a su pueblo “la Iglesia de Dios”? ¿Es el verdadero nombre de nuestro Padre Celestial el tetragrama hebreo YHWH? ¿Debemos usar YHWH (en lugar de “Dios”) cuando nos dirigimos a él o cuando mencionamos su nombre en público?

El lenguaje del Nuevo Testamento

Tal como los libros del Antiguo Testamento, que en su mayoría fueron escritos en hebreo, los libros originales del Nuevo Testamento fueron escritos en griego (con la posible excepción de Mateo y Hebreos). De acuerdo a la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, libro VI, cap. 14: “La epístola a los Hebreos es la obra de Pablo, y . . . fue escrita a los hebreos en el lenguaje hebreo, pero . . . Lucas la tradujo cuidadosamente y la publicó para los griegos y por lo tanto, el mismo estilo de expresión se encuentra en esta epístola y en Hechos”.

Este relato explica que Pablo tuvo que escribir esta epístola a los hebreos en su misma lengua, para poder ejercer influencia sobre los sensibles judíos religiosos. Pero más tarde fue traducida por Lucas y publicada para los griegos en el idioma griego. Si esta afirmación es cierta, quiere decir que Dios inspiró la traducción al griego hecha por Lucas y la preservó para nosotros hasta hoy día, ya que la versión hebrea se perdió.

Eusebio también registró para nosotros lo siguiente acerca del evangelio de Mateo, en el capítulo 25 del Libro VI de Historia Eclesiástica: “Entre los cuatro evangelios, que son los únicos indiscutibles en la Iglesia de Dios bajo los cielos, he aprendido por tradición que el primero fue escrito por Mateo, quien fuera una vez publicano pero más tarde apóstol de Jesucristo, y que fue preparado para los conversos del judaísmo y publicado en el idioma hebreo”. No sabemos con seguridad si el evangelio de Mateo fue escrito primeramente en hebreo, pero es posible.

Otro teólogo e historiador, Jerónimo, nos dice que el evangelio de Mateo fue traducido al idioma griego para toda la Iglesia ( Lives of Illustrious Men [Vidas de hombres ilustres], capítulo 3). Esta es otra prueba de que Dios inspiró la versión griega de Lucas a fin de que fuera preservada y canonizada para nosotros hasta la actualidad. De acuerdo a F.F. Bruce en su libro The Books and the Parchments (Los libros y los pergaminos), la versión aramea de la Biblia que tenemos en la actualidad es reconocida como una traducción del griego, a pesar de que algunos erróneamente alegan lo contrario.

Es muy fácil comprobar que el idioma original del libro de Mateo no fue el arameo. Examinemos Marcos 15:34, que en español dice: “Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: ‘Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?’ que traducido es: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’”  Fíjese cuidadosamente en la segunda mitad del versículo 34: aquí se manifiesta que Marcos (cuyo evangelio probablemente fue el primero de los cuatro en ser escrito) incluyó las palabras finales de Jesucristo tal como salieron de su propia boca. Las palabras de Jesús son citadas en arameo (idioma en el cual él se dirigía a sus discípulos), pero Marcos las tradujo al griego.

Si el arameo hubiese sido el idioma original del Antiguo Testamento, no habría habido necesidad de insertar las palabras arameas (Eloi, lama sabactani) en el texto, ¡ya que las personas que hablaban arameo hubieran sabido automáticamente su significado! El comentario “que traducido es”, como aparece registrado en la versión Reina Valera, ¡no habría sido necesario! El Nuevo Testamento en arameo repite exactamente las mismas palabras en griego. Esta es solo una prueba, entre muchas otras, de que el arameo no pudo haber sido el idioma original del Nuevo Testamento.

En el Nuevo Testamento, las palabras arameas son citadas y comúnmente traducidas al griego para los pueblos de habla griega. En la mayoría de los casos, las palabras arameas son traducidas del griego tal como aparecen en la versión aramea del Nuevo Testamento, no del arameo original.

En Juan 1:41 encontramos que, en general, el público de habla griega no estaba familiarizado con el significado de la palabra hebrea Meshiach, que significa “el ungido”. El equivalente griego de Meshiach es Messias. La mayoría de los griegos no conocía esa palabra, por lo cual Juan la tradujo como Christos, que en griego significa “el ungido”.

Otros nombres de Dios, además de YHWH

El Nuevo Testamento contiene varios nombres para referirse a nuestro Creador. De la misma forma, el Antiguo Testamento registra muchos nombres para referirse a Dios.

Algunos individuos y grupos insisten en que el único nombre verdadero del Creador es el tetragrama YHWH en idioma hebreo, y que éste es el único nombre que debemos usar cuando nos referimos a Dios. Este argumento se basa en la palabra castellana “SEÑOR”, que en el Antiguo Testamento se usa en lugar de YHWH.

Sin embargo, los otros nombres de Dios que aparecen en el Antiguo y el Nuevo Testamento no son simplemente títulos, como argumentan ocasionalmente estos grupos. Dios también era conocido por otro nombre antes de Éxodo 3:15, cuando él se reveló a sí mismo como YHWH ante Moisés y, según la Biblia, éste era un nombre, no un título. Note lo que dice Éxodo 6:3: “Además dijo Dios a Moisés: ‘Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos’”. Dios le dice a Moisés que Abraham, Isaac y Jacob no lo conocían por el nombre YHWH, sino por el nombre El Shaddai o El Shaddee.

Por alguna razón, los proponentes de la “doctrina del Nombre Sagrado” no insisten en que debemos usar el primer nombre, es decir, el nombre por el cual el Dios del pacto se dio a conocer a nuestro padre del pacto, Abraham. Después de todo, las bendiciones que recibimos vienen por medio de Abraham (y esencialmente, por medio de Jesucristo). Si únicamente podemos dirigirnos a Dios por el nombre YHWH, ¡quiere decir que Abraham, Isaac y Jacob no podrán ser salvos, ya que el nombre YHWH no les fue revelado! Cuando analizamos palabra por palabra Éxodo 3:15 en hebreo, es muy fácil comprobar que ellos no conocían a Dios únicamente por el nombre de El Shaddai, sino también por el de Elohim.

En toda la extensión de este versículo, el nombre de Dios es Elohim (aunque la palabra “SEÑOR” que se incluye en él es la palabra hebrea YHWH).

El arameo

Existen secciones en el Antiguo Testamento cuyo lenguaje original es el arameo, y no el hebreo (Daniel 2:4 al 7:28; Esdras 4:8 al 6:18; y Esdras 7:12-26). En ninguna de estas secciones en arameo encontramos los términos hebreos para referirse a Dios, pero en cambio, encontramos la expresión aramea Elah.

Se debe enfatizar que en el Nuevo Testamento hay muchos pasajes como el de Marcos 9:38, en donde Juan le habló a Jesús acerca de “uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue”. Es probable que el idioma que se hablaba con más frecuencia haya sido el arameo; y Jesús dice que ellos hicieron estos milagros en su nombre. Si alguien hubiese verbalizado el nombre YHWH en aquel tiempo, hubiese sido arrestado, juzgado y tal vez apedreado por orden del Sanedrín (que contaba con el apoyo y la autorización de los romanos).

¿Cómo hubiera sido posible que Dios llevara a cabo milagros en este nombre, Elah (indiscutiblemente arameo), si supuestamente él solo reconocía el nombre YHWH?

¿Podría Cristo haber permitido tal cosa en alguno de sus nombres que no fuera YHWH? ¿Lo hubiera apoyado y amparado su Padre si Dios no quisiera ser reconocido ni llamado por ningún otro nombre que no sea YHWH? Este ejemplo se repite numerosas veces en el Nuevo Testamento.

El idioma hebreo

El Antiguo Testamento fue preservado por siglos y se componía únicamente de consonantes, aunque se utilizaban semiconsonantes para indicar ciertas vocales largas. La pronunciación exacta de las palabras, con sus vocales, fue preservada solamente para uso oral, y fue transmitida así de una generación a otra.

Los sonidos de estas vocales no fueron registrados por escrito sino hasta el siglo sexto o séptimo d.C., aproximadamente. En ese tiempo, los eruditos judíos del momento, conocidos como masoretas, crearon símbolos para representar las vocales que usaban según su tradición oral. Ellos agregaron dichos símbolos o puntos al texto del Antiguo Testamento, que hasta entonces solo había tenido consonantes.

Lamentablemente para nosotros, los judíos dejaron de pronunciar el tetragrama YHWH, el nombre del Creador, mucho antes de la aparición de los masoretas, por considerarlo demasiado sagrado como para ser usado.

Cuando los judíos recitaban oralmente el texto del Antiguo Testamento, sustituían la palabra Adonai (“Señor”, en español). Algunas veces los judíos también dicen Elohim en lugar de YHWH. Esta práctica se inició mucho antes de la época de Herodes.

Más tarde, los masoretas comenzaron a insertar los puntos de las vocales de las palabras Adonai y Elohim en la palabra YHWH cada vez que se encontraban con ésta. Por consiguiente, los puntos de las vocales originales de YHWH no aparecen en el texto bíblico.

Esto le daba al líder de la sinagoga o al lector del texto la indicación para pronunciar Adonai o Elohim en lugar de YHWH. No obstante, según The Jewish Encyclopedia (Enciclopedia judía), la Iglesia Católica posteriormente tomó las consonantes YHWH combinadas con los puntos vocales de Adonai y creó la palabra Jehová, todo ello bajo la influencia de Pedro Galatin, confesor del papa Leo X, sin entender a cabalidad ni el idioma ni el texto hebreo. Aparentemente, Pedro Galatin “fue secundado por el erudito Fagio en el uso de esta palabra híbrida . . . pero parece que incluso antes de Galatin, el nombre ‘Jehová’ ya era de uso común . . . Se encuentra en la obra ‘Pugio Fidei’, de Ramón Martí, escrita en el año 1270 d.C.” (“Jehová”, vol. VII, p. 88).

La mayoría de los eruditos hebreos modernos admite que los sonidos exactos de las vocales y la pronunciación de YHWH son muy inciertos. Lo mismo se puede decir de las consonantes, y tanto YHWH como JHVH son posibles variantes. Si algunas personas le aseguran a usted que saben cómo pronunciar estas palabras, debe preguntarles lo siguiente: ¿cómo llegaron a esa decisión arbitraria? Muchos creen que Ya-hweh es una aproximación cercana a la posible pronunciación de esta palabra, pero hasta que Cristo retorne, no vamos a saber su pronunciación exacta. Esta palabra, Yahweh, se basa en un transcripto al griego hecho por algunos padres de la iglesia primitiva, varios siglos después de que se escribiera el Nuevo Testamento. Otros eruditos no están de acuerdo con esto y creen que debe pronunciarse Yaho, Yahwo o Yahu. No hay forma de estar seguros, a menos que Dios nos lo revele. El Nuevo Testamento tampoco preservó la pronunciación debida.

Pronunciación perdida

Los judíos en tiempos de Jeremías conocían la pronunciación de YHWH, ¡pero las ideas de sus falsos maestros los llevaron a creer equivocadamente que YHWH no debía pronunciarse! Convencidos de que YHWH era una palabra demasiado sagrada como para ser vocalizada, dejaron de usarla, y con el paso de los siglos su verdadera pronunciación se perdió por completo. Cuando Jesucristo regrese restaurará todas las cosas, y eso incluye este conocimiento perdido.

Si fuera tan esencial que conociéramos la pronunciación exacta de YHWH, necesitaríamos saber precisamente cómo la pronunció el Creador ante Moisés cuando se le apareció a éste. Incluso Esdras, quien posteriormente editó y compiló los escritos de Moisés, solo debe haber tenido la tradición como fuente de referencia para pronunciar la palabra escrita por Moisés. Incluso hoy en día, los judíos en diferentes partes del mundo pronuncian de distintas formas las vocales hebreas y hasta ciertas consonantes. Jueces 12:6 indica que en aquel entonces había variaciones en los dialectos que se hablaban en la zona ubicada entre el Nilo y el Éufrates.

Si es cierto que la palabra YHWH debe usarse para referirse al Creador, y si es un requisito indispensable para la salvación, entonces Abraham, Isaac y Jacob no podrán estar en el Reino de Dios. De acuerdo a Éxodo 6:2-3, “Habló todavía Dios [Elohim]a Moisés, y le dijo: ‘Yo soy JEHOVÁ.Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente [El Shaddai], mas en mi nombre JEHOVÁ [YHWH] no me di a conocer a ellos’”.

El Creador dice claramente que Abraham, Isaac y Jacob no lo conocieron por ese nombre, y al parecer, el nombre YHWH ni siquiera se conocía antes de Moisés.

Si el nombre YHWH era conocido en la sociedad antes de la aparición de Moisés, sería lógico encontrar nombres personales similares al de YHWH antes del tiempo de Moisés, pero ese no es el caso. En cambio, solo se pueden encontrar nombres personales que utilizan El o Shaddai. Algunos ejemplos de ello son Mahalaleel (Génesis 5:12) y Abimael (Génesis 10:28). Otros ejemplos se encuentran en Génesis 28:19; 17:1 y Números 1:6.

Antes del tiempo de Moisés no se encuentra ningún nombre que use Yaho, Yahwo o Yahu, ni ningún derivado de YHWH. Si estudiamos la Biblia cuidadosamente, encontramos que el Creador tiene muchos nombres y títulos y no vemos ninguna restricción ni ordenanza que prohíba traducir esos nombres y títulos a otros idiomas

En ninguna parte de la Biblia se nos ordena usar exclusivamente la forma hebrea del nombre de Dios; por el contrario, se nos entregan muchos ejemplos positivos de estos nombres y títulos traducidos a otros idiomas. Hay secciones del Antiguo Testamento en las cuales el lenguaje original es el arameo y no el hebreo (Daniel 2:4 al 7:28; Esdras 4:8 al 6:18; y 7:12-26). En ninguna de estas secciones en arameo encontramos las palabras hebreas para denominar a Dios, sin embargo, sí encontramos la forma aramea Elah.

Nombres de Dios en lenguaje común

Si examinamos el Nuevo Testamento, nos encontramos con una situación parecida, pues no aparece en él ningún nombre hebreo, aunque sí los términos griegos Theos (Dios) y Kurios (Señor). Cuando en el Nuevo Testamento se citan pasajes del Antiguo Testamento, la palabra Kurios es reemplazada por lo que en el Antiguo Testamento sería YHWH. Un ejemplo de esto es Mateo 3:3, donde se cita Isaías 40:3.

Lamentablemente, hay quienes presentan argumentos —aparentemente muy rimbombantes— que afirman que el texto del Nuevo Testamento es corrupto (y por consiguiente, no confiable) y que el nombre hebreo del Dios del Antiguo Testamento (YHWH) ha sido eliminado de cada uno de los 5.000 manuscritos del Nuevo Testamento en griego (y también en los más de 8.000 manuscritos del Nuevo Testamento en latín). En la práctica esto hubiera exigido un esfuerzo humanamente imposible, ya que los editores hubieran tenido que recopilar todos estos manuscritos esparcidos por todo el mundo civilizado y eliminar minuciosamente todo rastro del tetragrama hebreo, sustituyéndolo por los términos griego Kurios, que significa “Señor”, y Theos, que significa “Dios”.

Kurios aparece 665 veces en el Nuevo Testamento, y Theos, 1.345 veces. ¡Un trabajo de corrección semejante habría sido digno de Supermán!

Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Si el nombre YHWH hubiese sido usado, todavía estaría en los textos del Nuevo Testamento. Una cosa es cierta: la Palabra de Dios no ha sido alterada de esta manera, pero aun cuando eso hubiese sucedido en un texto o en varios de ellos, todavía habría muchos otros manuscritos que mostrarían la versión correcta. A Satanás le encantaría que la gente creyera que el texto del Nuevo Testamento ha sido corrompido, para poder eventualmente destruir la fe en todo lo demás que Dios ha revelado mediante su Palabra.

Aunque el apóstol Pablo hablaba hebreo, no usó el tetragrama YHWH en ninguna de sus 14 epístolas. En Hechos 4:10, el apóstol Pedro usa la forma griegaYesous Christos para referirse a Jesucristo. ¡La salvación solo es posible mediante el nombre de Jesucristo! Aquí, la palabra hebrea Yehoshua o Yahshua no se usa en absoluto. El Espíritu Santo inspiró estas palabras para que fuesen escritas en griego, no en hebreo.

La Palabra de Dios en ninguna parte dice que es malo que la gente lea la Biblia en su propio idioma, y esto incluye el nombre de Dios.

Tampoco es impropio que la gente se refiera a su Creador en su propio idioma al predicar u orar. La salvación no se basa en un secreto, ni en una palabra o pronunciación misteriosas.

Lo importante es entender el significado del nombre de Dios, no su pronunciación. YHWH significa “el que siempre existe” o “el que siempre vive”. Algunos traducen YHWH como “el Eterno”. A través del Nuevo Testamento vemos que el poder del nombre de Dios era muy evidente.

Pedro sanó a un paralítico ordenándole en el nombre de Jesucristo de Nazaret, “levántate y anda” (Hechos 3:6). En el nombre de Jesucristo hay autoridad y poder, y no importa si ese nombre está en español, en griego o en otro idioma. En su nombre, las personas eran sanadas y los demonios echados fuera.

Jesús mismo hablaba arameo (y probablemente griego, porque él era carpintero y el lenguaje de negocios en ese tiempo era el griego). Es lógico concluir que si él hubiere necesitado hablar otro idioma, no hubiese tenido ningún problema al respecto. Los apóstoles fueron inspirados para registrar las palabras y acciones de Jesucristo en griego. Hoy en día los cristianos son bautizados en su nombre, predican su evangelio, tienen el Espíritu Santo y llevan a cabo su voluntad. Todo lo que nuestro Padre Celestial ha hecho en su Iglesia no sería posible en nuestros días si sus líderes se descalificaran por pronunciar mal su nombre en hebreo, y si el pronunciar su nombre correctamente fuese un requisito para la salvación y para complacer a Dios y mostrarle respeto. 

Jesús dijo que él vino para que sus seguidores conocieran a su Padre (Juan 1:18; 17:6, 26). No obstante, a pesar de todo lo que los apóstoles escribieron acerca de Jesús en el Nuevo Testamento, no encontramos ninguna indicación ni referencia a la palabra hebrea YHWH. Jesús reveló a sus discípulos el camino de vida que al Padre le hubiera complacido que siguieran: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).

¿Es la palabra castellana Dios un nombre pagano?

Ciertos grupos que se enfocan en el nombre sagrado como si fuera un tema de crucial importancia, alegan que el uso de la palabra castellana Dios es un pecado. El razonamiento que esgrimen es que como nuestros ancestros usaban la palabra dios cuando se referían a los ídolos, no debe usarse actualmente cuando aludimos a nuestro Creador y Padre Celestial.

La palabra hebrea Elohim, que significa dioses, el reino de Dios, o la familia de Dios, se utiliza 240 veces en el Antiguo Testamento para referirse a ídolos y dioses paganos. En dos lugares es traducida como “diosa”. La palabra hebrea El es traducida una vez como “ídolo” y 15 veces como “dios”, refiriéndose a un dios pagano. La palabra hebrea Eloah se usa en cinco ocasiones para referirse a dioses paganos. Esdras y Nehemías fueron inspirados a usar 16 veces la palabra aramea Elah para aludir a dioses paganos de los pueblos de habla aramea.

Considerando todos estos hechos, y valiéndonos de la misma lógica que usan los grupos “del nombre sagrado” para afirmar que la palabra Dios es pagana y que su uso es pecado simplemente porque nuestros antepasados la usaban para referirse a dioses paganos, podríamos decir que también es pecado usar cualquiera de los nombres hebreos o arameos para nuestro Creador que hemos mencionado anteriormente. ¡Sin embargo, Dios permitió que sus profetas del Antiguo Testamento usaran la misma palabra para referirse a él y también a los ídolos paganos!

Pablo afirmó que las personas “no aprobaron tener en cuenta a Dios” (Romanos 1:28) y que “cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (versículo 23), y la historia bíblica comprueba este hecho.

Otros nombres

Tal vez la evidencia más sólida en contra de la teoría del nombre sagrado que encontramos en el Nuevo Testamento, sea el hecho de que en el día de Pentecostés todos los presentes entendieron la predicación en su propio idioma (Hechos 2:4-12). Ello significa que mientras Pedro hablaba y usaba el nombre de Dios, cada uno de los oyentes lo escuchaba en su propio lenguaje.

El apóstol Pablo fue inspirado a traducir la palabra hebrea YHWH al término griego Theos. Los otros sinónimos de Creador que se usan en el Nuevo Testamento son Logos, que significa La Palabra; Kurios, que significa Señor; Christos, que significa Cristo o el Ungido; y Yesous, que significa Jesús.

Pero en ningún manuscrito del Nuevo Testamento aparecen las palabras hebreas equivalentes a Dios. Algunos argumentan que la palabra griega Yesous, que significa Jesús, se deriva del dios pagano griego Zeus, pero esto es un error. En cambio, la palabra griega Zeous y la palabra romana Jove podrían derivarse de los términos hebreos YHWH o JHVH. Los griegos y otros pueblos paganos no querían retener a Dios en su conocimiento.

Ellos tomaron los nombres de Dios y se los dieron a sus ídolos. Por supuesto, ya sabemos que los antiguos pueblos de habla hebrea hicieron lo mismo al llamar a sus ídolos El, Ba’al o Ba’el. Algunos simplemente eran llamados “el Elohim”. ¡El nombre Jesús o Yesous puede haberse derivado perfectamente de YHWH!

Es interesante destacar que los griegos se preocupaban mucho por la forma en que debían referirse a Zeus, su dios principal. Ellos creían que sus adoradores debían mencionar cada uno de los 53 nombres de Zeus cuando le oraban, porque de lo contrario, él no respondía a sus peticiones.

La correcta pronunciación de los nombres divinos parece haber sido muy importante en el paganismo.

Jesús oró en el nombre del Padre para que el Padre guardara a quienes él había entregado a Jesucristo. En español, el nombre de la familia del Padre es Dios. En griego es Theos. Doce veces en el Antiguo Testamento se afirma que el nombre de la Iglesia es Iglesia de Dios ( Theos). Jesucristo dijo muchas veces que él había venido en el nombre de su Padre.

Antes de aceptar las teorías de quienes afirman que es erróneo usar cualquier nombre que no sea YHWH, o que la salvación únicamente es posible si uno usa correctamente determinado nombre, debemos admitir la abrumadora evidencia contenida en el Nuevo Testamento que comprueba exactamente lo contrario.

Una influencia maligna pero invisible

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¿Cuál es la principal fuente de la ceguera espiritual que impide que las personas puedan entender la verdad de Dios?

Hemos visto que se profetizó que el mundo sería un lugar extremadamente peligroso en el tiempo del fin. Las acciones humanas nos habrán llevado al borde de la extinción. Pero ¿por qué pensamos y actuamos de manera tan destructiva? ¿Será que existe alguna otra fuerza —una que pocos reconocen— que influye en la conducta humana?

¿Cuál es la principal fuente de la ceguera espiritual que impide que las personas puedan entender la verdad de Dios?

“Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4).

La razón por la cual tan pocos entienden y aceptan la verdad de Dios, es la influencia de Satanás el diablo. Este poderoso e invisible ser espiritual es el supremo mentiroso, el archiengañador. Es la fuente del engaño religioso que envuelve al mundo entero; ha cegado a la humanidad para que no entienda la verdad de Dios. De una u otra manera, todos hemos sido engañados por él.

La Iglesia de Dios Unida le ofrece estas lecciones, la revista Las Buenas Noticias y otras publicaciones que pueden ayudarle a entender lo que verdaderamente dice la Biblia.

¿Cuán grande es la influencia de Satanás?

Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:9).

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19).

Estos versículos revelan que Satanás domina el mundo. Su influencia es tan poderosa que se le llama “el dios de este mundo” (2 Corintios 4:4, NVI). Apartados de Dios, los seres humanos están bajo su poder y su dominio (Hechos 26:18). Este no es el mundo de Dios; es el mundo de Satanás.


¿Desempeña Satanás un papel predominante en el pecado y sufrimiento humanos?

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).

Satanás ha ejercido una influencia muy efectiva en la gente desde los tiempos de nuestros primeros padres, Adán y Eva. Logró separarlos de Dios (Génesis 3), y desde entonces la humanidad ha elegido vivir apartada de su Creador.

¿Cuál es el resultado natural de esta ceguera espiritual y de la falta de conocimiento de Dios?

“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento . . .” (Oseas 4:6).

Estando apartado de Dios y cegado a la sabiduría divina, ¿puede el hombre tomar decisiones sabias?

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12; 16:25).

“Conozco, oh Eterno, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).

Puesto que el hombre se ha alejado del conocimiento salvador de Dios y ha preferido seguir su propio camino, ¿cuáles son los resultados?

“He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad” (Isaías 59:1-4).

“No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad” (Isaías 59:8-9).

Desde su comienzo la humanidad ha adoptado voluntariamente los caminos de Satanás y ha cosechado lo frutos de esa decisión. Satanás es quien ha propiciado un sinnúmero de pecados e indescriptible sufrimiento.

Para poder comprender las razones de tanta angustia y pesadumbre en el mundo no tenemos que buscar más allá de Satanás, de nuestros propios actos y decisiones, y del resultado de nuestros pecados. Este mundo violento y sangriento —un planeta que se acerca al desastre— es el resultado de una humanidad que, colectivamente, ha rechazado la guía de Dios y ha seguido al “dios de este mundo”.


¿Estará Satanás especialmente activo justo antes del retorno de Jesucristo?

“. . . ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira . . .” (Apocalipsis 12:12).


¿Por qué estará Satanás especialmente furioso en ese tiempo?

“. . . El diablo [tiene] . . . gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (mismo versículo).

Al saber que su tiempo es corto, y que Jesucristo pronto tomará su lugar como gobernante de la tierra, Satanás de­sa­tará toda su furia en contra de los habitantes del mundo. Su ira causará aún más sufrimiento y dolor.


¿Estará airado Satanás contra algún grupo en particular?

“Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón . . . Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:13, 17).

Así como Satanás odiaba a Jesús tan intensamente que intentó varias veces eliminarlo (Lucas 22:2-6; Juan 13:27), también odia especialmente a los miembros de la iglesia que Jesús fundó. Es la fuerza que impulsa la persecución de aquellos que son fieles a Jesucristo y guardan los mandamientos de Dios.


¿Confirmó Jesús que sus seguidores padecerían persecución?

“Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre . . . Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Lucas 21:12, 16-17).

Jesús profetizó que, a medida que los acontecimientos progresen hasta llegar al clímax antes de su regreso, algunos procurarán acabar con los que son fieles a Dios. Muchos sufrirán encarcelamiento o serán muertos. En una sociedad cada vez más hostil a Dios y sus leyes, serán odiados quienes crean en el camino de Dios y traten de vivir de acuerdo con él. El apóstol Pablo nos advierte que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.