¿Que significa que Jesús es nuestro Abogado?

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No solo es un abogado muy competente, ¡es un amigo cálido y amoroso!

¿Alguna vez ha escuchado la frase, “Jesucristo, nuestro abogado” y se preguntó su significado exacto? ¿Por qué está abogando por nosotros, y qué es un abogado precisamente?

La frase se encuentra en 1 Juan 2:1: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” Entonces, ¿qué es un abogado? La palabra griega utilizada aquí es parákletos y significa ser un ayudante, un intercesor o consejero.

Sabiendo que Satanás nos acusa constantemente, el papel de Jesucristo como nuestro abogado comienza a ser más claro. Con un perfecto juez, Dios, supervisando el caso, sabemos que no habrá errores durante este proceso.

Comencemos con la idea de Jesucristo como nuestro consejero. No se refiere a una forma ordinaria de asesoramiento. Es un consejo en el sentido legal, así como un abogado aconseja a un cliente acusado de un crimen. Entender esto le da un giro a esta escritura. ¿Por qué necesitamos un abogado con Dios?

Considere esto: Nuestro mundo está lleno de situaciones desordenadas. Las relaciones entre personas, países, partidos políticos e incluso entre familias – todas pueden estar desordenadas en algunos momentos. Muchas veces nos encontramos en medio de estas situaciones sin ninguna respuesta. A veces intentamos intervenir y ayudar, pero solo empeoramos las cosas. Otras veces, quizás sabemos qué es lo correcto, mas no lo hacemos, o terminamos haciendo lo incorrecto por razones egoístas.

Ahora imagine por un momento: Nos encontramos en una situación donde, por alguna razón, cometemos un error y hacemos lo equivocado. De alguna manera, terminamos pecando. En ese momento nos damos cuenta – Puff – ¡somos transportados a una sala de justicia donde nos estamos en juicio por el error que cometimos! Estamos en el estrado de testigos, Dios es el juez, Satanás es el abogado acusador y Jesucristo es nuestro abogado. Aunque esto pueda sonar un poco surrealista, consideremos unas cosas sobre qué nos dice la Biblia sobre estos tres en sus respectivos papeles.

Primero, vemos que Dios es el juez. Aunque esto es un hecho para la mayoría de la gente, es bueno notar que la Biblia aclara este punto. En Santiago 4:12 leemos: “Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder…” Romanos 2:2 e Isaías 33:11 confirman este concepto también.

A continuación, notemos el rol de Satanás en este juicio, específicamente, su actitud y cómo trata a la gente. En 1 Pedro 5:8, se nos dice que nuestro “adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar.” En Apocalipsis 12:10 se nos dice que Satanás es el “acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.” De nuevo, la palabra “acusador” en el griego original tiene un sentido legal. Significa ser un fiscal – ¡un abogado que intenta acusarnos de un crimen!

Entonces, sabiendo que Satanás nos acusa constantemente, el papel de Jesucristo como nuestro abogado comienza a ser más claro. Con un perfecto juez, Dios, supervisando el caso, sabemos que no habrá errores durante este proceso. Él escribió las leyes, y no hay chance de que el caso vaya a ser desestimado por algún tecnicismo o posible soborno. ¡Nuestra necesidad de un buen abogado es muy evidente!

Si nos encontráramos en este drama judicial, deberíamos darnos cuenta rápidamente que necesitamos algo más que un buen abogado. Somos seres humanos sensibles y con necesidades emocionales. Allí es donde otro aspecto de Jesucristo como nuestro abogado entra en juego.

Como se mencionó antes, la palabra parákletos también significa amigo. De hecho, en Juan 14:16 la palabra se traduce a “consolador”. El significado literal de parákletos es alguien llamado a ayudar a otro, especialmente durante un tiempo de necesidad. Más allá de ser un buen abogado defensor, ¡Jesucristo está de nuestro lado durante nuestro tiempo de necesidad como apoyo moral!

Imagine ese ambiente judicial una vez más: Estamos ante Dios, el juez justo que no comete errores. El que nos acusa con montones de evidencia es Satanás el diablo. No hay duda de que somos culpables de nuestros pecados y sabemos que, indudablemente, el castigo es la muerte (Romanos 3:23, Romanos 6:23). A nuestro lado está nuestro abogado, Jesucristo. Aunque él podría hacer su labor como nuestro abogado de manera fría, estéril y sin amor, él no es así. En vez de eso, no solo es un abogado competente, ¡sino también un amigo amoroso! Ahí, junto a nosotros está él, con un brazo alrededor nuestro diciéndonos: “Todo estará bien. Todo funcionará bien, lo prometo.”

Por supuesto, esto no es licencia para que hagamos lo que nos plazca e incorporar el pecado a nuestras vidas como un hábito. Recuerde cómo Juan comienza su declaración en 1 Juan 2:1: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis”. Por medio de sus escrituras, el apóstol Juan nos recuerda de la necesidad de obedecer los mandamientos de Dios (compare 1 Juan 3:4, 1 Juan 5:2-3). Debemos vivir de acuerdo con las leyes de Dios y el ejemplo de su Hijo, Jesucristo.

El rol de Jesucristo como nuestro abogado es extenso. Cuando nosotros como seres humanos erramos y nos encontramos bajo fuego por un acusador airado, es reconfortante saber que no solo tenemos un buen abogado de nuestro lado, ¡tenemos el apoyo y consuelo de un amigo amoroso!

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

 

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