¿Quién debería bautizarme?

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Uno debe ser bautizado por un verdadero ministro de Jesucristo, que entienda que el arrepentimiento inicia con el temor a Dios y la obediencia a sus leyes.

El bautismo es un compromiso serio y de por vida. Por esa razón, ser bautizado por un ministro de Dios es una parte importante e invaluable del proceso. A través de la experiencia del ministro y su conocimiento, el podrá no solo llevar a cabo el bautismo, sino que además podrá ayudarle a entender cómo puede usted mismo prepararse de manera más eficaz.

Un verdadero ministro de Dios es aquel que comprende que Dios le dio a la humanidad sus leyes para mostrarle su camino de amor. Esas leyes definen como demostrar amor a Dios y a nuestro prójimo (Deuteronomio 30:15-16; Mateo 22:35-40; 1 Juan 5:3). El pecado es la violación de esa Ley del amor. Dios nos mostró un camino para vivir en paz y armonía con él y con la humanidad, que está definido por su Ley. Cuando pecamos, estamos violando o transgrediendo esos límites del camino de vida de Dios, y quebrantamos su Ley.

Un verdadero ministro de Dios entiende que cuando Dios llama a una persona, él espera una respuesta dual expresada por Jesucristo en Marcos 1:15: “arrepentíos y creed en el evangelio”. La fe y la gracia son dones de Dios (Efesios 2:8). Asimismo, Dios nos concede el arrepentimiento, especialmente cuando una persona pide en oración por ello (Hechos 8:22). Pablo nos dice que la benignidad de Dios nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4).

Jesucristo mismo nos dejó un ejemplo a seguir cuando buscó a Juan el Bautista para que lo bautizara. 

“Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: ‘Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’. Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó” (Mateo 3:13-15).

Juan no solo fue llamado por Dios para ministrar en esa forma, sino que además fue un hombre que entendía la seriedad con la que debemos aproximarnos a la vida Cristiana. Juan fue un emisario de Dios que vino a proclamar un bautismo de arrepentimiento. El mensaje de Juan sobre el bautismo, se diferencia de la enseñanza religiosa contemporanea y convencional, puesto que enseña que el bautismo es mucho más que simplemente un símbolo ceremonial de purificación. Él enseñó sobre un bautismo de arrepentimiento, la confesión del pecado y la necesidad de un saneamiento moral (Mateo 3:5-8). 

Después de que Jesús mismo fuese bautizado, él animó a sus discípulos a ser bautizados y, en su nombre, bautizar a otros. “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20).

El libro de los Hechos es una crónica histórica crucial de cómo la Iglesia primitiva creyó y practicó el bautismo. 

Hechos de los Apóstoles registra a los apóstoles iniciando a hacer exactamente lo que Jesús les dijo que hicieran. En sus líneas, vemos una y otra vez historias sobre el bautismo. Los ministros de Dios eran enviados no solamente a guiar a aquellos llamados por Dios, sino que además, después los bautizaban en su arrepentimiento, e imponían sus manos sobre ellos pidiendo a Dios que recibiesen el don del Espíritu Santo. 

Hechos 8:14-17 registra el siguiente relato: “Y los apóstoles que estaban en Jerusalén, habiendo oído que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan: Los cuales venidos, oraron por ellos, para que recibiesen el Espíritu Santo;

(porque aun no había descendido sobre ninguno de ellos, mas solamente eran bautizados en el nombre de Jesús). Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.

Más tarde, en Hechos 8 se describe detalladamente el maravilloso bautismo del eunuco etiope por Felipe. El etiope se esforzaba por entender los escritos de Isaías, pero Dios le envió a Felipe para que le ayudara comprender las escrituras. “Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él… Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús… Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:30-38).

Enviado por Dios, Felipe no solo pudo enseñar al eunuco sobre Jesucristo y su sacrificio por los pecadores. Sino que además fue capaz de bautizarlo en su fe y aceptación de Jesucristo. 

De forma semejante, en Hechos 16 tenemos las destacadas historias del bautismo de Lidia y del carcelero de filipos. Los enviados por Dios, Timoteo, Pablo y Silas, estuvieron viajando por la ciudad de Filipos cuando encontraron a cierta mujer llamada Lidia. Ella adoraba a Dios y “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”, y ella y su familia fueron bautizados (Hechos 16:14-15).

Pablo, enviado por Dios, no solo habló sobre las Buenas Noticias del Reino de Dios, y sobre Jesucristo, sino que además pudo bautizar a Lidia y a su familia. 

Poco después del bautismo de Lidia y su familia, leemos que Pablo y Silas fueron encarcelados. Mientras estaban ahí, el carcelero fue inspirado por el mensaje del Evangelio que ellos llevaban, “ Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.” (Hechos 16:32-33).

Desde los tiempos de los discípulos, vemos el modelo de los ministros de Dios siendo enviados a bautizar a aquellos que han llegado al arrepentimiento y a la fe en Jesucristo como nuestro salvador. Pablo escribió: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” (Romanos 10:14-15).

¿Cree usted que Dios está dirigiendolo hacia un entendimiento completo sobre él y su palabra? Si la respuesta es sí, entonces debería considerar seriamente actuar según las instrucciones que Dios le dice que siga. 

Actualmente, la Iglesia de Dios Unida tiene ministros en la mayoría de las partes del mundo, que han sido capacitados para aconsejar y bautizar a aquellos que se vuelcan a Dios con verdadero arrepentimiento. Si usted siente que Dios lo está llamando y le gustaría el consejo de alguno de los ministros de Dios, por favor comuníquese con nosotros y lo pondremos en contacto con nuestro representante ministerial más cercano a usted.

La misión de la Iglesia de Dios es predicar el evangelio de Jesucristo y del reino de Dios en todo el mundo, hacer discípulos en todas las naciones y cuidar a todos ellos.

 

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