Beyond Today Daily

Solitario

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Hay momentos en los que debemos estar solos y eso tiene un propósito. Pero nos necesitamos unos a otros y debemos apreciar el valor de estar juntos.

Transcript

Hay ocasiones en las que deseamos estar solos. Queremos estar solos para buscar una solución a alguna dificultad, pregunta o problema en nuestra vida. Sin embargo, no es bueno que esto se prolongue ya que hay poder y valor al estar juntos, al trabajar en equipo con las personas cercanas.

Hay una historia que ocurrió después de la muerte y resurrección de Jesucristo que nos puede ayudar a entender este tema. Es la historia de Tomás, el discípulo que por ocho días se alejó de sus compañeros cuando Cristo fue crucificado y quien no estaba presente cuando Jesús se apareció las primeras veces, resucitado, a sus discípulos. En Juan 20:26 leemos que Cristo atravesó las paredes y entró en donde estaban sus discípulos. Tomas estaba con ellos. Esto aconteció ocho días después de la resurrección. Tomas dudaba lo que había oído de los demás discípulos, quienes habían visto a Jesús resucitado. Cristo se les apareció. Les dijo “la paz sea con vosotros”. Luego, se volvió a Tomás y le dijo, “pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. Eso le bastó a Tomás. Dijo, “¡señor mío y Dios mío!”. Jesús le replicó, “porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron”.

Así que Tomás estaba de nuevo con el grupo, con los otros discípulos, con los diez en aquel momento. Su fe fue restaurada porque vio a Cristo. Sin embargo, dudó por algún tiempo. Aquí hay una lección importante para nosotros.

Hoy en día, hay razones para estar encerrados y en cuarentena. Esta situación ha durado un tiempo largo. A medida que el mundo vuelve a abrirse, debemos entender que hay valor en el contacto cara a cara con la familia, con los amigos, incluso con los compañeros de trabajo para comunicarse, entenderse y ser eficaces.

Tomás dudó porque no había visto, pero cuando se unió a los demás, su fe se fortaleció y se puso a realizar la obra que Dios quería que hiciera. Esa es una lección de la vida de Tomás. Ser una persona solitaria, estar solo, puede tener un beneficio corto. Sin embargo, a la larga, nos necesitamos mutuamente mientras desarrollamos nuestras relaciones que ayudan a fortalecer la fe que tenemos en Dios.

Esto fue “BT Daily”. Hasta la próxima.

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Darris McNeely

Darris McNeely works at the United Church of God home office in Cincinnati, Ohio. He and his wife, Debbie, have served in the ministry for more than 43 years. They have two sons, who are both married, and four grandchildren. Darris is the Associate Media Producer for the Church. He also is a resident faculty member at the Ambassador Bible Center teaching Acts, Fundamentals of Belief and World News and Prophecy. He enjoys hunting, travel and reading and spending time with his grandchildren.

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El examen del Examinador Supremo

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Cuando los otros discípulos le dijeron a Tomás que habían visto a Jesús, él no les creyó. Y más tarde Jesús apareció con una invitación. ¿Qué significa esto para nosotros?

Cuando era niño, ¿pasó alguna vez por la experiencia de que le dieran un apodo y que todos lo llamaran de esa manera? Tal vez la mayoría de las veces no era más que un término cariñoso; pero también es posible que a veces le fastidiara tanto, que lo único que quería era que dejaran de llamarlo así.

Uno de los personajes bíblicos que recibió un apodo fue “Tomás el incrédulo”. Él fue uno de los doce apóstoles originales, ¡pero todavía se le identifica con ese nombre 2000 años más tarde! Tomás no estuvo presente cuando Jesucristo resucitado se les apareció a los otros discípulos, y no podía aceptar que Jesús se había levantado de la tumba a menos que lo viera personalmente y palpara sus cicatrices. Posteriormente Cristo se apareció nuevamente y le dio a Tomás esa oportunidad. 

¿Qué propósito quería llevar a cabo con este apóstol Jesucristo resucitado en un momento aparentemente congelado en el tiempo? Meditar en esto puede ayudarnos a apreciar cómo interviene Cristo para ampliar nuestro entendimiento de lo que significa su invitación personal, “Venid en pos de mí” (vea Marcos 1:17; Juan 21:19). Pero hay que darse cuenta de que Tomás no era el único que quería examinar y palpar a alguien, ya que Jesús estaba haciendo lo mismo con un corazón necesitado.

“Vendré a vosotros”

Ahora trasladémonos en el tiempo a esa habitación en la cual, en la primera ocasión, los discípulos se escondían de las autoridades a puertas cerradas (Juan 20:19). Han transcurrido poco más de tres días desde que su Señor, su Rabino o Maestro, fuera brutalmente asesinado y circulan rumores de que está vivo y fuera de los confines de su tumba, pero la mayoría no lo ha visto personalmente. 

Tal vez están reflexionando sobre su declaración de que estaría en el corazón de la Tierra durante tres días y tres noches, tal como el profeta Jonás en el vientre del gran pez (Mateo 12:40). Sus rodillas tiemblan, y su corazón está a punto de desfallecer. Algunas de las palabras finales de su Rabino siguen dando vuelta en sus cabezas: “Vendré a vosotros”, les había dicho (Juan 14:18; compare con el verso 28). ¿Pero cómo podía hacer eso?

¡De repente, alguien entra inesperadamente por una puerta que estaba cerrada! ¿Qué está sucediendo? ¡Es su Maestro y amigo, Jesús! ¡Su promesa era cierta! Y saben que es él porque les muestra las heridas causadas por su brutal ejecución en el Gólgota (Juan 20:19-20). 

Él se dirige a ellos dos veces con el cálido saludo de “Paz a vosotros”. ¡Solo imagine el gozo desbordante que se produjo! Aquí, Aquel que proclamó “Yo soy la puerta” (Juan 10:9) no viene a ellos a través de una puerta hecha por el hombre; pero los discípulos ven una vez más que, al igual que nosotros, deben acostumbrarse a esperar lo inesperado de nuestro Padre Celestial y de Jesucristo, quienes entran a nuestras vidas a su tiempo y a su manera para fortalecer nuestra fe. 

Pero espere un momento . . . alguien falta: Tomás. 

Cuando aquellos que estaban reunidos vieron a Tomás más tarde, no pudieron contenerse y le contaron todo. ¿No habría hecho usted lo mismo? ¿Cuándo fue la última vez que vio vivo y caminando a un hombre que ya había muerto, especialmente uno que había sido azotado y golpeado hasta más no poder y luego crucificado? Y aquí es cuando Tomás dice: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25).

¿Acaso cometió un error Jesús escogiendo a este individuo empecinado en sus ideas, o hay más detalles en esta historia?

¿Cuál es el trasfondo de la vida de Tomás? 

Recordemos que Jesús pasó una tarde entera orando por aquellos que había elegido para que fueran los primeros testigos de su vida, muerte y resurrección (vea Lucas 6:12-16; Hechos 1:2-8). Entre ellos había otras selecciones interesantes, como Pedro, Judas Iscariote y dos hermanos, Santiago y Juan, los “Hijos del trueno”.

Al final solo uno de ellos lo traicionaría, pero todos lo abandonaron en su momento de mayor necesidad como humano en el huerto de Getsemaní. Y sin embargo todos, excepto el traidor, tendrán sus nombres inscritos en los cimientos de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:12-14).

Indudablemente ninguno de ellos fue escogido por casualidad, así que ¿cuál es entonces el trasfondo de la vida de Tomás? Conectemos algunos puntos para que entendamos por qué no es sabio encasillar a la gente por algo que sucedió solamente una vez en su vida.

A menudo se pasa por alto una instancia anterior, cuando Tomás se opuso a las advertencias de todos los demás a Jesús para que no fuera a Betania a ver a Lázaro debido a que corría peligro de que los judíos lo apedrearan (vea Juan 11:7-8). Aun así, Jesús dijo “vamos a él”, a lo cual Tomás respondió dirigiéndose a los otros: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (vv. 15-16). Tomás parecía estar dispuesto a sacrificarlo todo por la causa de Cristo, y todos lo siguieron y fueron con ellos.

Ahora conectemos otros dos puntos. La noche antes de la muerte de Jesús, él les dijo a sus discípulos: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”. Tomás es el que pregunta: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Juan 14:3-5). Su pregunta suscita una revelación de parte de Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Tomás no tenía idea de que tendría que esperar por la respuesta, pero al final sí la recibió.

Entonces, ¿por qué no estaba Tomás en el cuarto cuando Jesús se apareció por primera vez? No se nos dice, pero justo antes de que Jesús se apareciera, los dos que lo habían visto mientras se dirigían a Emaús habían “[hallado] a los a los once reunidos, y a los que estaban con ellos”, y se enteraron de que Pedro también había visto a Jesús (Lucas 24:33-36). Como Tomás era uno de los once que estaban reunidos, tiene que haber estado allí cuando ellos llegaron. Eso significa que debe haber salido del cuarto poco antes de que Jesús entrara.

Como dijimos, no sabemos por qué Tomás salió, pero no cabe duda de que la entrada de Jesús después de la salida de Tomás fue intencional. Tomás mismo debe haberse preguntado cómo pudo ocurrir tal cosa, y ello podría explicar por qué no creyó los relatos detallados y convincentes de los demás.

Recordemos que Tomás anteriormente ya había aceptado el desafío de morir cuando afirmó: “Vamos también nosotros, para que muramos con él”, pero cuando se enfrentó a la prueba de fuego, su valentía se esfumó. El hecho de que lo hubieran dejado fuera de una reunión con Jesús debe haberlo llenado de culpa y vergüenza por su fracaso.

Desde luego, todos los demás habían escapado igual que él cuando Jesús fue arrestado, y tal vez cualquiera de ellos hubiese reaccionado de la misma manera de haber sido dejado fuera, como le sucedió a él. Pero alguien tenía que demostrar las lecciones que Cristo estaba enseñando aquí, lecciones que todos debemos aprender.

Jesús examina el agujero de un corazón roto

Ocho días más tarde, los discípulos nuevamente se congregaron en la misma habitación y Tomás ahora estaba con ellos. Jesús se hace presente una vez más traspasando la puerta sin golpear, como antes, pero esta vez va a golpear en el corazón de alguien (Juan 20:26). Y otra vez saluda a la asamblea con la frase “Paz a vosotros”, pero ahora se enfoca en Tomás.

Como “el buen pastor” que él es (Juan 10:14), sabe que esta oveja afligida lo necesita. Jesús no titubea ni se ofende, sino que invita al discípulo a acercarse y examinar todo lo que quiera para que se convenza, y le ofrece: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). Sus palabras no son una declaración condenatoria, sino de ánimo.

Con demasiada frecuencia nos fijamos en cómo Tomás examinó las heridas de Jesús, cuando en realidad esta historia tiene que ver con el examen que hace Jesús del agujero en el corazón de Tomás. Es aquí donde descubrimos que Cristo viene a nosotros de maneras particularmente apropiadas para mejorar nuestra caminata de la fe.

¿Ha notado alguna vez cómo algunas personas aprenden mejor escuchando, otras adquieren conocimiento más eficazmente mediante la lectura y la observación de imágenes, y otras mediante experiencias prácticas? Lo mismo sucede en “la universidad de la vida”. Un viejo adagio asiático dice más o menos así: “Escucho y olvido. Veo y recuerdo. Hago y comprendo”. Aquí Jesucristo, el Supremo Alfarero (Isaías 64:8), está ayudando a su amigo moldeando su futuro.

También debemos tomar en cuenta que probablemente fue muy difícil para Tomás ser señalado como el único apóstol al que Jesús no se le había aparecido, y que debe haber estado reaccionando contra ese inquietante pensamiento.

Nuestro Padre Celestial no nos ha llamado a tener una fe que se evapora bajo presión. Tomás pudo haber asentido con sus compañeros discípulos, pero si su corazón no estaba de acuerdo por cualquier razón, no hubiera servido de nada. Jesús sabía que una vez que Tomás entendiera, se iba a llenar de valor renovado. Este mismo discípulo que dijo estar dispuesto a ir como un cordero al matadero con su amigo, ahora iba a vivir, respirar y compartir las buenas noticias del Cordero resucitado.

¿Cuál fue el resultado final del examen del Maestro? “Entonces Tomás le respondió: ¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28). Él
expresa la convicción suprema de todo creyente de que Jesús es más que un buen hombre, un maestro sabio, un profeta, o un mártir que murió por una causa. Tomás logra entender por medio del contacto personal con el Maestro, quien le permitió tocar a Dios en la carne. ¡Claramente, esto produjo buen fruto!

Cristo tenía grandes planes para su apóstol y amigo, quien no iba a progresar si era impulsado solamente por una fe falsa. La tradición afirma que Tomás posteriormente predicó por toda Asia e incluso hasta en la lejana India. Finalmente murió como mártir por predicar acerca del Cordero resucitado y su reino venidero.

¿Qué debemos creer? 

Este relato ilustra el ánimo que Jesús nos entrega a quienes vivimos actualmente para que edifiquemos nuestra fe sobre la declaración de Tomás. Jesús le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste, bienaventurados los que no vieron [¡refiriéndose a nosotros!] y creyeron”. ¿Qué elementos de este relato podemos aprovechar para mejorar nuestra caminata personal de fe?

A Dios el Padre y a Jesucristo no les importa ser cuestionados. Piense en Tomás, y mientras lo hace, también en Job. Dios no considera que nuestra lucha con las dudas son un muro, sino un puente hacia el entendimiento. Para aprender necesitamos hacer preguntas, palpar aquí y allá, y buscar las respuestas que solo Dios nos puede dar.

Espere lo inesperado de nuestro Padre Celestial y de Cristo. Los caminos de Dios no son los nuestros (Isaías 55:8-9). Dios responde en el momento apropiado, lo que incluye que estemos listos para enriquecer nuestro entendimiento. El Padre y Cristo abren mares, hacen llover pan del cielo, resucitan a los muertos, traspasan muros y abren corazones muertos. ¡Manténgase siempre en alerta, y acostúmbrese a ello!

Como el Buen Pastor, Cristo conoce nuestras necesidades personales y estilos de aprendizaje y nos aborda individualmente de la mejor manera que podemos aprender y aferrarnos a una fe duradera. Él sabe que aceptar a un Salvador resucitado que vive por nosotros ahora y cada día es un proceso de aprendizaje.

Cristo a menudo se presenta a nosotros con la palabra “paz”, como lo hizo con sus discípulos congregados. Esta expresión equivale al saludo hebreo común Shalom, pero en el caso de Jesús significa muchísimo más. Él prometió antes de morir: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Cristo está dispuesto a permitirnos que lo probemos y lo examinemos a él y a sus caminos, y a cambio uno debe estar dispuesto a permitirle examinar la profundidad de su ser –su corazón mismo– para recibir la profundidad de la paz que él ofrece.

La historia de Tomás es nuestra historia. Es la historia del Buen Pastor que atiende esmeradamente a sus ovejas, o sea nosotros, mientras aceptamos su invitación a seguirlo. Es un camino que conduce a un futuro en el cual Cristo promete darnos nombres nuevos (Apocalipsis 3:12). Confío en que podemos estar bastante de acuerdo en que para Tomás, y para nosotros también si permanecemos fiel y recibimos esos nombres nuevos, no habrá más palabras como “incrédulo” en esos nombres. ¡Recuerde el ánimo que nos da Cristo! “No seas incrédulo, sino creyente”.  BN

 

Darris McNeely works at the United Church of God home office in Cincinnati, Ohio. He and his wife, Debbie, have served in the ministry for more than 43 years. They have two sons, who are both married, and four grandchildren. Darris is the Associate Media Producer for the Church. He also is a resident faculty member at the Ambassador Bible Center teaching Acts, Fundamentals of Belief and World News and Prophecy. He enjoys hunting, travel and reading and spending time with his grandchildren.

 

¿Qué nos enseña la resurrección de Jesucristo?

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La resurrección de Jesucristo a la vida eterna fue en un cuerpo glorificado, de la misma sustancia que la del Padre. Sin embargo, después de resucitado, Cristo se apareció de diferentes maneras. En los evangelios podemos ver que nadie lo reconocía hasta que él lo permitía.

“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

El apóstol Pablo nos dice que “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Corintios 15:50). Por lo tanto, la resurrección de Jesucristo a la vida eterna fue en un cuerpo glorificado (Filipenses 3:21), de la misma sustancia que la del Padre (Hebreos 1:3) Sin embargo, después de resucitado, Cristo se apareció de diferentes maneras. En los evangelios podemos ver que nadie lo reconocía hasta que él lo permitía.

La primera persona que vio a Jesús después de su resurrección fue María Magdalena. En el Evangelio de Juan leemos que ella fue al sepulcro en la mañana, cuando aún estaba oscuro, y se dio cuenta de que éste estaba vacío. Obviamente se alarmó al pensar que el cadáver de Cristo había sido robado (Juan 20:1-2).

La sorprendente experiencia de María Magdalena

María fue a avisarles a Pedro y a Juan, quienes corrieron al sepulcro. Y lo único que encontraron fue la ropa con la que habían amortajado a Jesús. Cuando Dios resucitó a su Hijo a la vida espiritual, Jesucristo aparentemente pasó a través de la mortaja como si ésta no existiera.

Retomemos el relato en el versículo 14: María “se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús”. Ella no lo reconoció a pesar de que lo conocía muy bien; pensó que era el hortelano. Lo que ocurrió enseguida fue verdaderamente asombroso. “Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” (v. 16). ¡El sueño imposible se había hecho realidad; lo increíble había sucedido!

Quizá en toda la historia no ha habido otro momento de reconocimiento tan especial como éste. Una pobre mujer llorosa y desconsolada que pensaba que todo se había perdido, de pronto se dio cuenta de que ¡su Salvador estaba vivo y que estaba delante de ella! La emoción que invadió todo su cuerpo debió haber sido indescriptible. Jesús sencillamente se había dirigido a ella en la forma en que tantas veces lo había hecho cuando era humano.

Muchos hemos tenido la experiencia de ver a alguien que conocemos pero que no hemos visto desde hace mucho tiempo. La emoción que sentimos es difícil de explicar.

Pero el caso de esta mujer, de quien Jesús había sacado siete demonios, fue algo mucho más importante. Ella fue el primer ser humano que vio personalmente al Cristo resucitado y lo reconoció. ¡Qué gran honor!

Pero ¿por qué ella? Quizá porque confiaba en Jesús y le fue dedicada de una manera en que muy pocas personas lo han sido. Ella siempre mostraba también el gran agradecimiento que sentía por las cosas que Cristo había hecho. Antes de su increíble curación, su vida seguramente había sido un continuo sufrimiento.

El cuerpo del Cristo resucitado

Después de haber resucitado, Jesús podía atravesar gruesas paredes y también podía aparecer o desaparecer a voluntad (Lucas 24:31; Marcos 16:12). Hay quienes dicen que el cuerpo resucitado de Jesucristo era el mismo cuerpo físico que había muerto, equiparando estos poderes con su milagrosa habilidad de andar sobre el agua cuando era humano. Pero en la Biblia se nos asegura que Jesús había vuelto a ser espíritu, tal como lo había sido antes en el cielo con el Padre (Juan 17:5), sin sujeción alguna a las leyes físicas que nos restringen a los seres humanos.

El apóstol Pablo dice explícitamente que “fue hecho el primer hombre Adán alma viviente . . . de la tierra, terrenal” (1 Corintios 15:45, 1 Corintios 15:47); no obstante, “. . . el postrer Adán [Jesús], [fue hecho] espíritu vivificante” (v. 45).

De hecho, Jesús había vuelto a ser “el Alto y Sublime, el que habita la eternidad” junto con el Padre (Isaías 57:15). ¿Cómo se explican, pues, las diferentes apariciones en semejanza de ser humano registradas en las Escrituras? Leamos y analicemos algunos pasajes.

Más tarde, en su conversación con María Magdalena, “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre . . .” (Juan 20:17). Esto nos da a entender que María habría podido tocar a Jesucristo como si fuera un hombre común y corriente. Por lo que resulta obvio que Jesús se le apareció con forma y figura humanas.

Esa noche Jesús se les apareció a varios de sus primeros apóstoles que estaban reunidos y “les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20). En esa ocasión Tomás no estaba con ellos y no creyó lo que le dijeron.

Ocho días después Jesús se les apareció nuevamente (Juan 20:26), y esta vez sí estaba Tomás, a quien le dijo: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. ¿Cuál fue la reacción de Tomás? Éste, atónito, le dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:27-28). Ahora Tomás ya no tenía ninguna duda de que ¡Jesucristo era Dios!

Probablemente estos increíbles sucesos (y otros semejantes) fueron los que hicieron que el apóstol Juan empezara su primera epístola con estas palabras: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Juan 1:1).

Tengamos presente que el Verbo vino a ser Jesucristo (Juan 1:14). Quizá, en el versículo que acabamos de citar, Juan estaba pensando más bien en Jesús como el Cristo resucitado y no como humano.

Apariciones en forma física

Más adelante Cristo se les apareció nuevamente. “Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera” (Juan 21:1). En esa ocasión les preparó desayuno (Juan 21:9), y después tres veces le dijo a Pedro que cuidara de sus ovejas (Juan 21:15-17).

En este relato no se menciona si Jesús comió algo con ellos, pero en otros pasajes podemos ver que él comió después de su resurrección. En Lucas 24:42-43 leemos que unos de sus discípulos “le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos”. Más tarde Pedro mencionó que Jesús se había manifestado a los apóstoles, quienes “comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos” (Hechos 10:41). Y cuando regrese, después de la resurrección de los fieles él aún habrá de comer y beber con su familia recién nacida en la gran fiesta de bodas (Mateo 26:29).

Tales pasajes hacen pensar a mucha gente que Cristo aún debe tener su cuerpo físico. Pero debemos tener en cuenta que aun en el Antiguo Testamento, mucho antes de que el Verbo viniera en la carne como Jesús, él, “el Eterno”, se le apareció a Abraham en forma física y comió con él (Génesis 18). De estos relatos resulta obvio que Dios se puede revelar de manera física y tangible. También es claro que puede comer por motivo de celebración o sencillamente por placer, aunque no necesita comer o beber para sustentar su vida espiritual eterna (Juan 5:26).

En Lucas 24:37 leemos que cuando el resucitado Jesús se les apareció a los discípulos y comió con ellos, se asustaron porque “creyeron que veían a un espíritu”. Entonces les dijo: “Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies” (Lucas 24:39-40, NVI).

No obstante todo esto, como ya dijimos antes, muchos alegan que esto prueba que el cuerpo resucitado de Cristo era físico. Pero, como también ya leímos en 1 Corintios 15:45, él era y sigue siendo espíritu. La aparente contradicción se aclara fácilmente cuando tenemos en cuenta por qué fue que los discípulos estaban tan asustados. Quizá fue porque pensaron que era un espíritu malo, o demonio. Pero por medio de su apariencia y forma físicas, Jesús les demostró que no era un demonio.

Los apóstoles debían ser testigos de la resurrección de Jesús a fin de que pudieran tener prueba de que efectivamente era el Mesías. Jesús se aseguró de que no sólo pudieran saber que había sido resucitado a la vida eterna, sino que también era la misma persona con la que habían estado durante esos últimos tres años y medio.

No debemos pasar por alto el profundo significado que estos pasajes tienen con respecto a la naturaleza de Dios. Quizá no podamos entenderlos completamente, pero esos sucesos fueron reales (Juan 20:30-31; Juan 21:24). No debemos tener la osadía de limitar a Dios o lo que puede hacer. Una vez más, es por medio de las Escrituras que podemos conocerlo y entender su naturaleza, no por medio de antiguos conceptos filosóficos.

Darris McNeely works at the United Church of God home office in Cincinnati, Ohio. He and his wife, Debbie, have served in the ministry for more than 43 years. They have two sons, who are both married, and four grandchildren. Darris is the Associate Media Producer for the Church. He also is a resident faculty member at the Ambassador Bible Center teaching Acts, Fundamentals of Belief and World News and Prophecy. He enjoys hunting, travel and reading and spending time with his grandchildren.

 

Trasfondo Histórico de los Evangelios: Lección 42

Mateo 28, Lucas 23, Juan 19
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Resurrección de Jesús y últimas instrucciones.

Llegamos ahora a la increíble resurrección de Jesucristo de entre los muertos, ¡que fue presenciada por cientos de testigos fidedignos!

¿Cómo sucedió? Los discípulos básicamente habían huido y se habían rendido. Simplemente no podían creer que una persona pudiera resucitar de entre los muertos por sí misma, ¡especialmente después de haber sido crucificada! Esto no era lo que había sucedido con Lázaro, en cuyo caso Jesús había realizado un milagro. Ahora Jesús estaba muerto y ellos todavía no tenían el Espíritu Santo para guiarlos y darles poder (Juan 14:17). No quedaba un verdadero líder entre ellos. Pedro todavía estaba conmocionado y avergonzado por haber traicionado a Jesús, y los demás se escondían y trataban de salvar su propio pellejo.

La resurrección fue el sábado por la tarde, no el domingo

Sin embargo, fueron algunas de las mujeres las que sintieron que debían asegurarse de que Jesús tuviera un entierro decente según los rituales judíos, ungiendo su cuerpo con las especias y fragancias adecuadas para contrarrestar los eventuales malos olores. Eso era todo lo que esperaban hacer, pues no creían que resucitaría de entre los muertos. Tampoco sabían que los soldados romanos habían sido apostados allí para proteger la tumba.

Así que al final de la tarde del sábado, al ponerse el sol, Jesús resucitó de entre los muertos. Cada uno de los evangelios añade algunos detalles, pero lamentablemente la mayoría de los traductores han hecho un trabajo muy pobre, ya que no reconocen que hubo dos “sábados” esa semana: el Primer Día de los Panes sin Levadura, un jueves, y luego el sábado semanal. Sorprendentemente, cuando se tiene esto en cuenta, como hace la Biblia del Jubileo, los versículos se vuelven claros y comprensibles.

Comencemos con el relato de Juan: “Y el primero de los sábados, María Magdalena vino de mañana, siendo aún tinieblas, al sepulcro; y vio la piedra quitada del sepulcro. Entonces corrió, y vino a Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual amaba Jesús, y les dice: Han llevado al Señor, y no sabemos dónde le han puesto” (Juan 20:1-2, Biblia del Jubileo [JBS], énfasis agregado en todo este artículo).

También vemos aquí que María Magdalena fue al sepulcro cuando todavía estaba oscuro y encontró la tumba vacía, ¡porque Jesús ya había resucitado de entre los muertos!

Mateo agrega: “Y avanzado el sábado, amaneciendo para el primero de los sábados, vino María Magdalena, y la otra María, a ver el sepulcro” (Mateo 28:1, JBS). Obsérvese que aquí también se menciona más de un sábado: uno que tiene que ver con un día santo, el Primer Día de los Panes sin Levadura (el jueves), y luego el sábado semanal. The Wycliffe Bible Commentary (Comentario bíblico Wycliffe) explica: “El día después de la preparación normalmente se refiere al sábado . . . Sin embargo, este día de preparación era el día que precedía la Fiesta de la Pascua (Juan 19:14, 31), que ese año pudo haber caído el miércoles por la noche. Tal vez esto explique por qué Mateo no utilizó aquí el término ‘sábado’: para que no se confundiera con el sábado [semanal]. Según esta perspectiva, el entierro duró setenta y dos horas completas, desde la puesta del sol del miércoles hasta la puesta del sol del sábado. Este punto de vista le da más sentido a Mateo 12:40. También explica ‘después de tres días’ y ‘en el tercer día’ de una manera más razonable y menos confusa” (1962, p. 984).

Además, el término “al amanecer” significa simplemente “hacia el comienzo de un nuevo día”, como explica A. T. Robertson: “Aquí, tanto Mateo como Lucas (Lucas 23:54) usan ‘amanecer’ (epiphosko) para indicar el amanecer de un periodo de veinticuatro horas comenzando al atardecer, no el amanecer de la mañana de doce horas de luz. El [dialecto] arameo utilizaba el verbo amanecer en ambos sentidos. El llamado Evangelio de Pedro usa epiphosko en el mismo sentido que Mateo y Lucas, e igualmente se usa en un papiro posterior. Aparentemente, el vocablo hebreo equivalente a ‘amanecer’ se expresa aquí mediante este verbo griego” (N. T. Word Pictures [Imágenes en palabras del N. T.], notas sobre Mateo 28:1).

El relato continúa describiendo lo que sucedió mientras las mujeres llegaban al sepulcro: “Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos” (Mateo 28:2-8). 

Marcos añade: “Muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron . . . Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios” (Marcos 16:2-5, 9).

Es importante notar que cuando dice “muy de mañana, el primer día de la semana”, la coma, que no se encuentra en el griego, puede alterar el significado. The Expositor’s Greek Testament (Testamento griego del expositor) explica que la frase ‘por la mañana, el primer día de la semana’ puede estar conectada con (habiendo resucitado), indicando el tiempo de la resurrección, o con (aparecido), indicando el tiempo de la primera aparición”. A. T. Robertson añade: “Es probable que esta referencia de tiempo calce con ‘resucitado’ (anastas), aunque también calza con ‘aparecido’ (ephane)” (N. T. Word Pictures, notas sobre Marcos 16:9). Sabemos por el relato de Juan 18:1 que Jesús resucitó antes del amanecer [después de la puesta del sol y al comienzo del nuevo día], por lo que una traducción más exacta es la de la versión [de la Biblia en inglés] Montgomery: “Habiendo resucitado, temprano el primer día de la semana se apareció primero a María Magdalena”.

Luego Lucas añade, mencionando también los dos sábados: “Y el primero de los sábados, muy de mañana, vinieron al monumento, trayendo las drogas aromáticas que habían aparejado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron la piedra revuelta de la puerta del sepulcro. Y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús” (Lucas 24:1-3, JBS).

El testimonio de las mujeres

María Magdalena fue la primera en encontrarse con Jesús. Juan dice: “Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro.Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (Juan 20:2-18).

Obsérvese hasta qué punto la resurrección de Jesús está relacionada con la ofrenda de la gavilla mecida (que se mecía al atardecer del sábado que caía en la semana de Panes sin Levadura). Todavía no había ascendido al cielo para ser aceptado formalmente por el Padre como nuestra ofrenda por el pecado.

Ahora bien, mientras María y las otras mujeres (Juana y María, la madre de Santiago — Lucas 24:10) fueron a avisar a los discípulos, Jesús se les apareció de nuevo y pudieron tocarlo, lo que significaba que había subido al cielo, había sido recibido por el Padre y había descendido de nuevo, como relata Mateo: “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:8-10). María oyó pronunciar su nombre exactamente como Jesús lo había hecho siempre, y lo reconoció como “Raboni”, o Maestro.

Una falsa afirmación de los sumos sacerdotes

Mientras tanto, algunos de los aterrorizados guardias acudieron a las autoridades judías. Mateo relata: “Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy” (Mateo 28:11-15). Este es el primer falso informe de los judíos para poner en duda la resurrección de Jesús. Como vemos, el engaño se basaba en sobornos. Los guardias sabían que era una sentencia de muerte afirmar que estaban durmiendo durante sus horas de trabajo, así que los sumos sacerdotes les aseguraron que “persuadirían” a Pilato, que era conocido por aceptar sobornos, y los guardias recibieron una cuantiosa suma de dinero por mentir.

Esta afirmación de los sumos sacerdotes tiene algunos errores flagrantes. En primer lugar, si los discípulos hubieran robado a Jesús, solo hubiesen tenido un cadáver, ya que él había estado muerto y sellado en la tumba durante tres días. En segundo lugar, si los discípulos realmente hubieran hurtado el cuerpo de Jesús, ¿habrían proclamado valientemente su resurrección, y hubieran estado dispuestos a morir muchos otros mostrando gran seguridad y convicción al respecto? En tercer lugar, ¿cómo pueden explicarse los múltiples avistamientos? Como dice Pablo: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;y que apareció a Cefas [Pedro], y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15:3-8). Nótese que Pablo menciona que algunos de esos testigos aún vivían en su época, y podían corroborar haber visto a un Cristo resucitado.

Así que la gran diferencia entre otros líderes religiosos y sus enseñanzas y Jesucristo y sus enseñanzas, es que él resucitó de entre los muertos y fue visto por cientos de testigos creíbles, mientras que el resto de los líderes religiosos simplemente murieron y, como toda carne, simplemente se convirtieron
en polvo.

Además, Jesús se apareció durante más de un mes a sus discípulos. Como escribe Lucas: “En el primer tratado . . . hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:1-3).

Encuentro con dos discípulos en el camino a Emaús

Cuando Jesús se encontró con dos de sus discípulos en el camino de Emaús, un pueblo a más de 11 kilómetros de Jerusalén, se reveló a ellos como el Cristo resucitado. Lucas relata: “E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos.Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24:14-21).

¿Por qué dijeron “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”? ¿Acaso todavía no se habían cumplido los tres días profetizados desde su arresto y crucifixión? ¿Se ha preguntado alguna vez qué significa esta enigmática afirmación? ¿Es acaso una aparente contradicción? Bueno, la respuesta es clara cuando entendemos el estado de ánimo de estos dos discípulos y la frase correcta en el griego, que ha sido mal traducida, cambiando el verdadero significado de estas palabras.

La incredulidad de los dos discípulos

En primer lugar, hasta ese momento estos dos discípulos no creían que Jesús hubiera resucitado. De hecho, estaban muy decepcionados de que ello no hubiera ocurrido al cabo de tres días, como él había prometido. La fecha prevista había llegado y había pasado. Añadieron que sí, que esa misma mañana habían sucedido algunas cosas extrañas y que algunas mujeres habían declarado haberlo visto, pero los discípulos se habían limitado a calificar tales afirmaciones de “locura” (Lucas 24:11) y las habían rechazado.

Entonces Jesús les reprochó su incredulidad sobre lo que había profetizado, y se reveló como el Cristo resucitado que había cumplido el plazo de tres días, tal y como habían predicho los profetas y como él había profetizado reiteradamente durante su ministerio, afirmando que esa era la señal de ser el Mesías.

En segundo lugar, hay un gran problema con el verbo que usaron los traductores en este dicho, “hoy es ya el tercer día”. Como señala Larry Wishon, “En la frase ‘hoy es ya el tercer día’, el verbo griego agei se traduce como ‘es’. Este ‘es’ no es una forma verbal del verbo ser, sino un verbo de acción, cuyo significado básico es ‘llevar, traer o pasar’. Este verbo primario se usa 72 veces en los escritos del Nuevo [Testamento] y nunca se traduce como ‘es’, excepto en este versículo.

“Cuando se usa con la acepción de tiempo, debería traducirse con el sentido de ‘pasar’, por ejemplo, ‘el día pasó’. Para traducir este segmento a un español más preciso, se podría decir: ‘Hoy ya pasaron tres días desde que sucedieron estas cosas . . .’
Esto es muy diferente de la desafortunada traducción tradicional que dice ‘hoy es ya el tercer día’. En vez, debería decir que ‘hoy [el cuarto día] ya pasó el tercer día desde que estas cosas sucedieron’. Hay un significado muy diferente entre las dos traducciones. Es obvio, a juzgar por la declaración de estos discípulos, que el tercer día era significativo para ellos.

“Comprendieron que Jesús había dicho que resucitaría de entre los muertos al tercer día. Es aparente que ellos contaban hasta el tercer día desde que estas cosas sucedieron”.

Algunas traducciones señalan este hecho. Como dice la versión bíblica La Palabra: “Nosotros teníamos la esperanza de que él iba a ser el libertador de Israel, pero ya han pasado [ya han concluido] tres días desde que sucedió todo esto”. Nótese que aquí no se incluye el término “hoy”, que confunde el significado, y se afirma que ya han pasado tres días.

El contexto es importante

En tercer lugar, hay más apoyo para este punto del contexto, donde vemos que Jesús estaba confirmando que había sido resucitado después de tres días, tal como los profetas habían dicho.

Lucas 24:21-27 dice: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”.

El Barnes Commentary (Comentario de Barnes) señala: “Jesús les había predicho que resucitaría al tercer día. Esto no lo entendieron; pero no es improbable que esperasen ese día algo maravilloso, y que la visita al sepulcro se los hubiese recordado, y se asombraron más y más cuando juntaron todas estas cosas”.

El IVP (InterVarsityPress) Bible Commentary (Comentario bíblico IVP) añade: “Parte de la razón de la incredulidad de los apóstoles era que una resurrección de esta naturaleza contradecía sus expectativas mesiánicas; otra razón puede haber sido que los funcionarios judíos consideraban el testimonio de las mujeres casi sin valor, porque según ellos las mujeres eran inestables y poco fiables”.

El Comentario al Nuevo Testamento de Barclay señala: “La situación les parecía a aquellas dos personas que no tenía explicación. Los sueños y las ilusiones se les habían hecho añicos. Se refleja toda la desilusión más dolorosa y el sentimiento más hondo de frustración del mundo en sus palabras: ¡Y nosotros que habíamos creído que él era el que había de redimir a Israel! Eran las palabras de personas cuyas esperanzas estaban muertas y enterradas. Pero entonces vino Jesús, y habló con ellos, y se les aclararon las tinieblas y el sentido de la vida”.

Crucifixión el miércoles y resurrección al atardecer del sábado

Por último, como explica Larry Wishon: “Si el primer día de la semana pasaba del día que se consideraba el tercer día desde que ocurrieron estas cosas, esto haría que el séptimo día de la semana fuera el tercer día desde la crucifixión y la sepultura . . .
De esto podemos deducir entonces que este séptimo día, siendo el sábado semanal, era este tercer día. Y puesto que el sábado, el séptimo día de la semana[de la puesta del sol del viernes a la puesta del sol del sábado], era el tercer día desde que estas cosas ocurrieron, entonces el sexto día de la semana [de la puesta del sol del jueves a la puesta del sol del viernes] sería el segundo día desde que estas cosas ocurrieron, y el quinto día de la semana [de la puesta del sol del miércoles a la puesta del sol del jueves] sería el primer día desde que estas cosas ocurrieron.

“Entonces, ¿por qué este verbo griego, agei, se traduce como ‘es’ [refiriéndose a ‘hoy es el tercer día’] en prácticamente todas las traducciones? Aparentemente, para mantener la teoría de un acontecimiento de viernes a domingo, el domingo tendría que ser visto como el tercer día. Entonces, ¿está mal traducido a propósito? No se puede decir con seguridad si este fue o no el caso. Sin embargo, debe quedar claro que si el versículo hubiera sido traducido como debiera haber sido, habría creado un agujero en la teoría del viernes al domingo lo suficientemente grande como para que un camión pasara a través de él. Así que para cerrar este enorme agujero, a este verbo se le da un significado que no tiene en ninguna otra parte de las Escrituras, y que nunca se pretendió que tuviera. Esto de nuevo parece ser un ejemplo en el cual hemos anulado la Palabra de Dios para poder mantener nuestras tradiciones”. Efectivamente, en este caso los traductores han adulterado la Palabra de Dios.

Conclusión

Inicialmente, los dos discípulos en el camino a Emaús estaban decepcionados de que Jesús no hubiera cumplido, según ellos, su predicha resurrección después del tercer día. Pero entonces Cristo apareció y los corrigió, confirmando que él efectivamente había resucitado como “los profetas” habían escrito. Esto les produjo (y debería producirnos hoy) mucha alegría. Decidieron entonces volver a Jerusalén para dar a los apóstoles y a los demás discípulos esta buena noticia de la segura resurrección de Jesús. Por lo tanto, esta explicación correcta apoya el escenario de tres días y tres noches, un entierro al atardecer del miércoles, y una resurrección al atardecer del sábado.

Cómo fue que Tomás se convirtió en símbolo del escepticismo

Mientras estaban en Jerusalén, Jesús se apareció a todos los apóstoles menos a uno, Tomás, y esta es la escritura de donde proviene el dicho “Ver para creer, como dijo Tomás”. Juan escribe: “Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:24-31).

A continuación, Jesús se aparece a sus discípulos y a muchos otros en Galilea. Les dice que esperen en Jerusalén, donde recibirán el Espíritu Santo (en Pentecostés), y concluye dándoles la gran comisión: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:18-20). Así culminan estos maravillosos
evangelios. EC

Darris McNeely works at the United Church of God home office in Cincinnati, Ohio. He and his wife, Debbie, have served in the ministry for more than 43 years. They have two sons, who are both married, and four grandchildren. Darris is the Associate Media Producer for the Church. He also is a resident faculty member at the Ambassador Bible Center teaching Acts, Fundamentals of Belief and World News and Prophecy. He enjoys hunting, travel and reading and spending time with his grandchildren.

 

#265 - Mateo 28

"El entierro y la resurrección de Jesucristo"
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Luego de la muerte de Jesús y los milagros que ocurrieron, José de Arimatea le pidió a Pilato el permiso para retirar el cuerpo.

Lo normal era que se echaran los cuerpos de los crucificados en una fosa común, pero José era un prominente miembro del Sanedrín y pudo persuadir a Pilato que le entregara el cuerpo.

La Biblia dice: “Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían” (Marcos 15:42-47).

Los otros evangelios añaden que José de Arimatea era rico y un discípulo secreto de Jesús que ocupó su propio sepulcro para enterrarlo (Mateo 27:57, 60). Además, era un varón justo y bueno que no había apoyado el voto del consejo del Sanedrín contra Jesús (Lucas 23:50-51). Por otra parte, tenía la ayuda de otro miembro pudiente del Sanedrín, Nicodemo. “También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Juan 19:39-42).

Aquí explica que Jesús fue envuelto en vendajes hechos de la sábana de lino que compró José de Arimatea. La preparación de su entierro fue hecha “según es costumbre sepultar entre los judíos”. De este modo se refuta la idea de que el sudario de Turín puede ser auténtico, pues la tela en que Jesús fue envuelto se cortó en tiras, como significa el término griego othonios, o vendajes de lino. Alfred Edesheim explica la costumbre judía de un entierro: “La sepultura seguía tan pronto como fuera posible tras la muerte, e indudablemente en parte debido a razones higiénicas. Los preparativos para el entierro de nuestro Señor, mencionados en los evangelios—el ungüento con vistas a su sepultura… la mezcla de mirra y áloes—encuentran su confirmación literal en lo que cuentan los rabinos de las costumbres de aquel período… Como lo sabemos por el evangelio, el cuerpo era envuelto en ‘vendas de lino’, y su rostro envuelto en un sudario, [o pañuelo]” (Usos y Costumbres de los Judíos, p. 183-184). (Para más información sobre un entierro judío, vea la Lección #253 acerca del entierro de Lázaro).

Luego de lavar el cuerpo, Jesús fue envuelto en vendas empapadas con especias aromáticas. Explica un comentario: “La mirra es una especia de goma perfumada que proviene de Arabia, y los áloes son una pulpa aromática hecha de hojas de la familia del lirio. Juntos, secan y conservan la piel y la fragancia contrarresta los olores de la descomposición del cuerpo”. Después, “José de Arimatea… lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:60-61). De este modo, Cristo fue sepultado el miércoles en la tarde, justo cuando comenzaba el primer día de Panes sin Levadura, un día de reposo (vea Levítico 23:6-7). Mientras tanto, los judíos se retiraron para guardar su fiesta, y hubo una santa convocación el jueves.

El viernes, después que pasó el primer día de Panes sin Levadura, las autoridades judías se preocuparon por la profecía de Jesús de que resucitaría después de tres días. “Al día siguiente [viernes], que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62-66). Sellar la tumba consistía en extender una cuerda de un lado al otro de la piedra y sellarla con el signo oficial romano en cera. Si alguien intentaba abrir la tumba, tendría que romper el sello, que era un delito con pena de muerte. Además, pusieron unos cuatro soldados romanos en frente para que nadie se acercara. La pena para un soldado que quedaba dormido en su guardia también era la muerte. Por tanto, con todas las precauciones, la tumba parecía imposible de abrir.

Ese viernes, las mujeres, que no sabían de la guardia, compraron más especias, pues vieron que el entierro fue hecho con mucha prisa y todavía faltaban algunas cosas que hacer para que el rito quedara completo. “Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16:1). Luego, nos dice Lucas: “Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo [el sábado], conforme el mandamiento” (Mateo 23:56).

Los discípulos se habían dado por vencidos, pero no las mujeres. Ellas querían darle a Jesús un último homenaje por su amor y servicio, y al terminar el sábado, se organizaron para venir a la tumba en la madrugada del domingo, el primer día de la semana. “Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro” (Mateo 28:1). En el griego original dice, “Pasados los sábados”, opse de sabbatön. Hubo dos sábados esa semana, el sábado anual en el primer día de Panes sin Levadura, y el sábado semanal. De hecho, en la historia de los primeros siglos hay evidencia de que Cristo murió un día miércoles y resucitó el sábado en la noche, justo en tres días y tres noches como había dicho. James A Walther, en su artículo, “La Cronología de la Semana de la Pasión” menciona: “Las referencias en los escritos [del segundo siglo] como la Didascalia de Epifanio, y de Victorino de Pettau… apoyan la fecha de la Pascua en la noche del martes y el subsecuente arresto de Jesús en las horas de la mañana del miércoles” (Revista de Literatura Bíblica, 1958).

Al llegar, las mujeres no sabían de los guardias ni de la tumba sellada, pero Dios intervino para que pudieran entrar. “Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos” (Mateo 28:2-4). La gran piedra redonda, que era deslizada dentro de una ranura, fue removida con gran poder por el ángel. Al ver a ese poderoso ángel los curtidos soldados romanos se desmayaron del temor.

Las mujeres, sin embargo, fueron confortadas por el ángel que les dijo: “No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo [que resucitaría después de tres días]. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allá le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.” (Mateo 28:5-8). La primera que tuvo un encuentro con el resucitado Jesús fue María Magdalena, que aún no creía que había resucitado, más bien que habían robado su cuerpo. “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo [Juan], y fueron al sepulcro… Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó” (Juan 20:1-8).

¿Por qué creyó Juan al ver los lienzos? Barclay explica: “Juan se preguntó: Si alguien tomó el cuerpo de Jesús, si eran ladrones de tumbas, ¿por qué dejaron sus ropas atrás? Luego notó que las ropas no estaban desordenadas. Todavía estaban en su lugar, con los pliegues todavía ordenados, eso es lo que dice el griego, que todo estaba en su lugar —las vendas alrededor del cuerpo y el sudario todavía tenía el contorno de la cabeza. Parecía que el cuerpo de Jesús simplemente se había evaporado a través de la ropa. En ese momento Juan se dio cuenta que Jesús había resucitado, y creyó”.

Ellos salieron para contar lo acontecido a los demás discípulos, pero María Magdalena seguía confundida. “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo. Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” (Juan 20:11-16). El jardinero no sabía su nombre, y jamás hubiera pronunciado el nombre de María con esa familiaridad. Como dijo Juan en otra parte, “Y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”.

María se acercó para abrazarlo, pero Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (Juan 20:17-18). Jesús aún no había sido glorificado por Dios el Padre. Primero tenía que presentarse ante el Padre y ser oficialmente investido con poder y gloria. Sucedió en segundos de tiempo terrestre, pues de vuelta a la tierra, ya estaba listo para ser adorado. “Y mientras iban ellas a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis, id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:8-10). Los líderes judíos buscaron una excusa para lo acontecido, y la Biblia nos advierte de la mentira que perpetraron. “Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta hoy día” (Mateo 18:11-15).

De hecho, todavía siguen saliendo libros de judíos que intentan refutar la resurrección de Jesús. Sin embargo, no convencen. Primero, si los discípulos lograron sacar el cuerpo de Jesús, ¿qué tipo de fe tendrían? Sabrían que todo era un fraude, y entonces, ¿por qué murieron con tanta fe y valor si todo era una mentira? Además, los judíos jamás negaron que el cuerpo de Jesús desapareció, pues ellos mismos lo constataron. Y, ¿qué de las muchas apariciones del Jesús resucitado? Pablo menciona que Jesús: “resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció a Cefas [Pedro], y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15:4-8). Como dice un autor: “La gran diferencia entre la vida y las enseñanzas de Jesús y de cualquier otro gran líder religioso es que Jesús resucitó entre los muertos y los otros no”.

Durante 40 días, Jesús se presentó a muchas personas. Dos de sus discípulos viajaron al pueblo de Emaús, al oeste de Jerusalén. Allí Cristo se apareció a ellos y les mostró todas las profecías del Antiguo Testamento que hablaban de él. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Ellos volvieron a Jerusalén y le contaron a los apóstoles lo acontecido. “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos [las tres secciones del Antiguo Testamento]. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:36-49). Aquí vemos que el Espíritu Santo es llamado el “poder desde lo alto”. Claramente no es una persona.

Luego dice: “Pero Tomás… no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:24-29).

A pesar de todo, sus discípulos no cambiaban del todo al no tener el Espíritu Santo. Una vez en Galilea, varios de ellos volvieron al negocio de la pesca. “Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa” (Juan 21:4). Luego de hacer el milagro de llenar sus redes con peces, comió de nuevo con ellos. “Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de los muertos. Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21:14-16). Tres veces lo repitió, para recordar a Pedro que a pesar de que lo había negado tres veces, ahora lo estaba confirmando entre sus discípulos. Aquí vemos uno de los aspectos de la gran comisión: alimentar espiritualmente a la Iglesia, o el rebaño de Dios.

La gran comisión está en Mateo 28:18-20: “Y Jesús… les dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. El término “en” el nombre, debe decir “dentro”, del griego eis, o entrar en una relación con Dios el Padre, con Dios el Hijo, y con el Espíritu Santo, que es el poder que los relaciona con el creyente. Uno se bautiza para entrar formalmente en una relación con Dios Padre y el Hijo.

Los evangelios terminan diciendo: “Y aconteció que bendiciendolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo” (Lucas 24:51). Lucas continúa el relato con lo que estudiaremos luego: Los Hechos de los Apóstoles.

Darris McNeely works at the United Church of God home office in Cincinnati, Ohio. He and his wife, Debbie, have served in the ministry for more than 43 years. They have two sons, who are both married, and four grandchildren. Darris is the Associate Media Producer for the Church. He also is a resident faculty member at the Ambassador Bible Center teaching Acts, Fundamentals of Belief and World News and Prophecy. He enjoys hunting, travel and reading and spending time with his grandchildren.