Lecciones de un lápiz

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Hoy en día, muchos pueden considerar al lápiz común y corriente como un objeto anticuado, e incluso una reliquia del pasado. Sin embargo, un lápiz puede ilustrar varios aspectos del crecimiento cristiano.

Aunque por lo general son relegados a la parte de atrás de los cajones, el garaje o el taller, los lápices aún son útiles para dibujar, anotar medidas u otra información útil y necesaria; por ejemplo, al realizar un proyecto manual o de bricolaje, y para practicar la escritura a mano.

Cristo se valió de las actividades cotidianas para ilustrar sus parábolas, y no creo ser el primero que ha observado el  valor didáctico de un lápiz. Veamos qué lecciones nos puede enseñar este instrumento de escritura:

Cómo aprender de los demás

Un lápiz desafilado o sin punta no es de mucha utilidad. Para sacarle el mejor provecho es necesario afilarlo continuamente. Si un lápiz pudiera sentir tendría una vida dolorosa, ya que continuamente debe ser cortado con un cuchillo o la hoja de un sacapuntas. En cierto modo, la vida cristiana puede compararse con un afilado continuo.

Eso es lo que sucede cuando pasamos tiempo estudiando la Biblia, en oración a Dios o con otras personas de ideas afines. Podemos afilarnos a nosotros mismos, ser afilados por Dios o afilarnos unos a otros. Proverbios 27:17 dice: “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre” (Nueva Versión Internacional en todo este artículo). Debemos debatir y escucharnos unos a otros con empatía y amor en nuestros corazones, como lo hace nuestro Padre. Cuando nos dirigimos a él en oración nos escucha atentamente y, por su misericordia y gracia, nos moldea con delicadeza o, según lo estime necesario, nos afila para convertirnos en el hijo o la hija que quiere que seamos.

Personalmente he pasado por muchos periodos difíciles en mi vida, y sin mi familia, amigos y congregación quizá hubiera sido difícil recuperarme. Sin embargo, todas esas circunstancias fueron una bendición de Dios en mi proceso de crecimiento.

Por medio de esas experiencias, que a veces pueden ser muy dolorosas, crecemos poco a poco, para que nunca perdamos nuestra claridad y celo por el camino de vida de Dios. Cuando Cristo regrese en gloria, ¡todo lo que hayamos aprendido nos habrá sido de utilidad!

Cómo corregir los errores

Algunos lápices tienen en uno de sus extremos una goma que sirve para borrar cualquier error de escritura. En nuestras vidas hay errores y pecados: palabras, hechos o actitudes, pero al igual que todos los que nos han precedido, si nos arrepentimos y cada día nos esforzamos en superar las cosas que podríamos estar haciendo mal, con la ayuda y la misericordia de Dios podremos corregirlos y seguir adelante.

Santiago, el medio hermano de Cristo, escribió: “Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:2-4).

Nuestro llamamiento y las experiencias que vivimos hoy nos están preparando para ser reyes y sacerdotes bajo Cristo durante el Milenio, y también en el período del juicio del gran trono blanco que le seguirá, cuando podremos enseñar a todos aquellos que nunca escucharon de Cristo o que nunca entendieron su llamado en esta era actual de gobierno humano. Podremos consolar, enseñar y ayudar a cada persona para que pueda ver lo que realmente debe ser la vida, sin la ignorancia en la que Satanás mantiene a las naciones.

Nuestro destino es ser hijos legítimos de Dios, nacidos del Espíritu. Durante esta vida física actual, el Espíritu de Dios nos ayuda a vencer la naturaleza humana y a ser más como Jesucristo (2 Pedro 1:2-4). A su regreso, cuando tenga lugar la primera resurrección, podremos ayudarlo a reconstruir este mundo devastado.

Cómo dejar una impresión positiva

Al igual que los lápices, dejamos un rastro dondequiera que vamos. Siempre estamos en contacto con otros y es preciso que dejemos una impresión positiva en todas las personas con las que nos relacionamos. Debemos reflejar a nuestro Padre Celestial y al Señor Jesucristo con nuestra conducta y conversación todos los días de nuestra vida, lo que puede resultar difícil.

Para poder enseñar a los seres humanos que se levantarán en la resurrección del juicio necesitaremos entender cómo los traumas pueden lastimar y perturbar a una persona, y para ello deberemos usar el arma más poderosa que Dios tiene para ayudarlas: su amor.

1 Corintios 13:4-7 dice: “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Cómo cultivar un corazón blando

La parte más importante de cualquier lápiz es su interior. Este contiene grafito, comúnmente conocido como “mina”. Esta forma natural de carbono cristalino también se puede fabricar a partir del carbón. Es extremadamente blando y se quiebra fácilmente, como ocurre al presionar demasiado el lápiz sobre el papel.

Cada vez que oramos o estudiamos la Biblia, aprendemos cómo imitar mejor a Cristo. Cada sábado estamos siendo transformados en mejores personas gracias a la lectura y explicación de la Biblia. Filipenses 2:1-4 dice: “Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”.

Cuando Cristo regrese, necesitaremos todos estos atributos para ayudar a corregir lo malo de este mundo y enseñar a las personas que tendrán la oportunidad de conocer a Dios y a Cristo. Ellas serán instruidas, alimentadas y salvadas por Cristo mismo. Por tanto, continuemos la tarea de afilarnos a nosotros mismos y unos a otros en el amor, arrepintiéndonos de los errores del pasado y avanzando en la gracia y conocimiento del amor de Dios. Dondequiera que vayamos y en todo lo que hagamos o digamos, dejemos una impresión positiva en los demás, una que refleje el amor de Dios. Sobre todo, reflejemos el admirable ejemplo de nuestro Salvador Jesucristo y adoptemos plenamente su carácter. Lo que Dios ve es lo que hay en nuestros corazones. EC

 

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